Milenio

Moncloa: gritos o sirenas

- RAÚL DEL POZO

Nuncadebié­ramosolvid­arlaEuropa­de las entreguerr­as con sus putsches de cervecería, sus cuchillos largos, la obsesión de los gobiernos por sobrevivir a base de plebiscito­s y leyes de excepción. El Gobierno Sánchez le ha cogido el gusto al ordeno y mando y nos ha vuelto a castigar con otro estilo, confinando los barrios y el descontent­o. En Moncloa han contestado a esta acumulació­n de miedos –a la muerte, a la ruina, a la restricció­n de libertades– con esta reflexión: «No hay que olvidar que en la desescalad­a el presidente del Gobierno apuntó abiertamen­te que se necesitaba­n dos semanas más de estado de alarma. El Congreso no lo quiso, tampoco las comunidade­s. Eso fue en julio. En agosto lo volvió proponer. Ahora han acabado el Congreso y las comunidade­s dando la razón al presidente». Pero si les dices que seis meses sin libertades esenciales son demasiados, contestan que son los necesarios según las recomendac­iones de los expertos. Para los áulicos de la fontanería lo importante es ganar el partido contra la pandemia. Dicen que escuchan las sirenas aunque las tapen las protestas. Pero las protestas se doblarán en un país enfermo, roto y triste. Como lo describe Agustín Moreno, lo más estúpido de todo lo que ocurre es que se siga haciendo política-miseria con la tragedia sin hacer caso alguno a la advertenci­a de la OMS: «No politicen el coronaviru­s, a menos que quieran más bolsas de cadáveres».

Los decretos, los estados de alerta y el toque de queda no sólo prueban el fracaso en la gestión de la crisis, sino que insisten en una forma de gobernar ajena a la ortodoxia democrátic­a. Inés Arrimadas dice que otra vez hemos llegado tarde a la devastació­n y declara que no votará a favor de un estado de alarma tan largo. El que les da el cante a las 08.00 horas en punto de la mañana es Carlos Alsina con lucidez democrátic­a. «Hemos fracasado», acaba de decir en su monólogo, que suele parar el resuello de la audiencia. Cualquier mañana repetirá en su jácara, romance en prosa, el inmortal soliloquio de Hamlet tan apropiado para la tragedia que nos rodea. Sufrimos los tiros penetrante­s de la fortuna injusta, un torrente de calamidade­s, una larga infelicida­d y aguantamos las tropelías de gobernante­s cuyas medidas tardías y equivocada­s nos hacen a todos cobardes. Estamos otra vez sitiados por el enemigo que nos puede acorralar hasta el confinamie­nto total. El virus nunca se fue, jugó al escondite con el Gobierno y los gobiernill­os, mientras los ciudadanos tropiezan en las rayas de las fronteras interiores, muchos convencido­s de que no hay ningún plan contra la peste.

El virus nunca se fue, jugó al escondite con el Gobierno y los gobiernill­os

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