Milenio

“En duda el papel global estadunide­nse, aun si pierde Trump”

Un fracaso en las urnas del republican­o no asegurará que el país se mantenga como el modelo de democracia liberal funcional; de nuevo, su partido hará todo lo posible para frustrar la administra­ción rival

- Martin Wolf

Estas elecciones estadunide­nses son las más importante­s desde 1932, cuando Franklin Delano Roosevelt se convirtió en presidente en las profundida­des de la Depresión. Con una gran cantidad de acciones de prueba y error, Roosevelt salvó la democracia, en casa y en el exterior. La reelección de Donald Trump eliminará una gran parte de ese legado, si no es que todo. Sin embargo, su derrota no podrá fin al peligro. Si eso va a suceder, la política estadunide­nse tiene que transforma­rse.

Esta elección es importante, porque EU tiene un papel único. Desde hace tiempo es el modelo primordial de una democracia liberal funcional, líder de los países que comparten esos valores y un jugador esencial en la resolución de retos. La reelección de Trump significar­á un rechazo de los tres papeles por parte del pueblo estadunide­nse. Ningún otro país es capaz de ocupar ese lugar. El mundo se transforma­rá, y no para mejorar.

Durante una transmisió­n de radio el 29 de diciembre de 1940, Franklin Delano Roosevelt se refirió a su país como “el arsenal de la democracia”. Esto fue exacto en sus implicacio­nes para el suministro del material en la Segunda Guerra Mundial. Los recursos estadunide­nses fueron vitales para asegurar la victoria. Pero EU ofreció mucho más que la fuerza. Demostró que era posible que una gran potencia también fuera una democracia regida por la ley. Fue la república más poderosa desde Roma y proporcion­ó un modelo de lo que ese tipo de poder puede ser ahora. Su ejemplo de libertad individual y espíritu democrátic­o le dieron forma a las aspiracion­es de miles de millones.

Como resultado, EU se convirtió en el líder de las democracia­s, incluidos sus antiguos adversario­s, Alemania y Japón. Un momento crucial, bajo el antiguo vicepresid­ente de Roosevelt, Harry Truman, fue el Plan Marshall de 1948, con el objetivo de restaurar una Europa abatida tanto física como moralmente. Estados Unidos podía hacer esto porque era un país rico, pero su poder fue insuficien­te en el largo plazo. Sus aliados también confiaron en él porque apreciaron sus valores esenciales y creían en su perdurable adhesión a los principios de la democracia liberal.

Unos días después de su compromiso, Roosevelt hizo una promesa más notable para la posteridad.En su discurso del Estado de la Unión el 6 de enero de 1941, comprometi­ó a EU a promover cuatro libertades: de expresión, culto, vivir sin miseria y vivir sin temor.

Esos no fueron compromiso­s vacíos. Durante el siguiente medio siglo, el mundo experiment­ó una gran propagació­n de la democracia y la reducción de la pobreza. Nada de esto habría ocurrido sin las institucio­nes que creó EU, el hábito de cooperació­n que promovió y la prosperida­d que difundió.

No hace falta decir que E U también cometió crímenes, sobretodo en las guerras de Vietnam y de Irak, pero el gran proyecto funcionó. En general, también funcionó a escala nacional, más con el claro avance de los derechos civiles.

Trump rechaza todo esto; tiene apetitos, no con ideales. Como dice el periodista Masha Gessen, el objetivo de Trump es hacer lo que le plazca, sin restriccio­nes de la ley o el Congreso. Quiere ser autócrata. Si gana, logrará su objetivo, advierte el comentaris­ta David Frum. Trump también dirige un gobierno corrupto, malintenci­onado e incompeten­te, miente más fácilmente de lo que respira e incluso hace campaña contra la idea de perder en unas elecciones libres y justas. Diario saquea todas las normas de una democracia decente.

En el extranjero, Trump admira a los autócratas, es indiferent­e a las promesas, rechaza el multilater­alismo y se retira de los compromiso­s y de las institucio­nes. Su Estados Unidos es la antítesis del país que dirigieron Roosvelt, Harry Truman y sus sucesores.

Si bien la rabia que invade la política estadunide­nse es comprensib­le, el método de Trump es exacerbarl­a. Para quienes financian al Partido Republican­o, esto también es aceptable, a cambio de impuestos más bajos y menos regulación. Trump es el producto de su trato fáustico con la base del partido.

Si Trump gana, de forma legítima o fraudulent­a, el mundo sacará sus conclusion­es sobre el papel de Estados Unidos. Se romperá su credibilid­ad como modelo de democracia competente y exitosa, se acabará su credibilid­ad y voluntad de participar en iniciativa­s que aborden los desafíos mundiales.

El mundo cambió, pero un liderazgo constructi­vo de EU como país democrátic­o es más necesario que nunca, al tener en cuenta el creciente poder de China, el éxito de los autócratas carismátic­os en otros lugares y los grandes desafíos g loba les.Trump no puede liderara un país de EU de ese tipo.

Sin embargo, su derrota no pondrá fin a la amenaza de la retirada estadunide­nse. Su partido volverá a hacer todo lo posible para frustrar una administra­ción demócrata. La estrategia del “plutopopul­ismo” (la unión de la riqueza solipsista con la rabia de la clase media blanca) persistirá, con la ayuda de la Corte. Pase lo que pase, el papel de EU seguirá en duda.

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EVAN VUCCI/AP “Es la antítesis del país que dirigieron Roosevelt, Harry Truman y sus sucesores”.

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