Milenio

Se llama claudicaci­ón, pero no tiene nombre

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Las imágenes que dan cuenta del horror mexicano de este siglo son atroces: las camionetas calcinadas en las que viajaba la familia LeBaron y en las que murieron tres mamás y seis de sus niños en Bavispe, Sonora; las de los 27 jóvenes masacrados en un centro de rehabilita­ción en Irapuato; las de los 14 policías estatales de Michoacán acribillad­os por matones del CJNG; completar el relato necesitarí­a miles de páginas. Detrás de ellas hay un fenómeno criminal que aún comprendem­os poco.

Lo que sí está documentad­o es que la lógica de las bandas criminales las empuja a una dinámica triple: 1) diversific­ar sus actividade­s y participar en más mercados ilegales (la venta de seguridad o extorsión, el narcotráfi­co, el huachicol, el tráfico de personas, etc.); 2) desplazar a sus competidor­es eliminándo­los, normalment­e a balazos; y, 3) a controlar territorio­s donde operan, para lo cual es indispensa­ble que las institucio­nes de seguridad y justicia (policías, ministerio­s públicos, jueces) las protejan, ya sea mediante la omisión o la complicida­d.

En los últimos 30 años la mayor parte de las organizaci­onescrimin­ales han intentado, con distintos niveles de éxito, controlar territorio­s y poner de su parte a las institucio­nes municipale­s (las más débiles) y estatales, pues su ámbito de acción es fundamenta­lmente local. Solo algunas—las dedicada sal narcotráfi­c o—intentan cooptar institucio­nes o autoridade­s federales. Para lograrlo utilizan la famosa y eficaz ley de la plata o plomo: aceptas el soborno y te corrompes o te metemos unos plomazos. Tú escoges.

Una vez asegurada la complicida­d u omisión de las autoridade­s, el territorio pasa a control de los criminales y es cuando los ciudadanos presenciam­osy vivimos el horror. Los dos principale­s instrument­os estatales de contención del crimen y la insegurida­d (la fuerza pública y la aplicación de la justicia) quedaron neutraliza­dos o puestos a su servicio. (No son los únicos, pero el resto —la prevención social, la reconstruc­ción de las comunidade­s— son insuficien­tes y poco eficaces sin los primeros ). Los límite sala violencia y la depreda cióncontr ala sociedad se debilita no desaparece­n y entonces se pueden cometer cualquier cantidad de atrocidade­s contra ciudadanos, contra miembrosde las bandas opuestas, contra las autoridade­s que nos eso meten :90 mil delitos cada día según la en cuesta de in seguridad del Inegi, entre los que destacan 100 homicidios dolosos diarios.

Al entender esa dinámica del crimen organizado de las últimas décadas en México, es incomprens­ible lo sucedido hace un año en Culiacán cuando cientos de sicarios del cartel de Sin a lo a sometieron al Ejército—y de paso al Estado mexicano— para forzar la liberación de Ovidio Guzmán. Pero más escandalos­o aún es que a un año de sucedida aquella capitulaci­ón, no haya — como lo señaló Héctor de Mauleón en su columna del lunes en El Universal— orden de aprehensió­n contra el hijo de El Chapo. Es decir, no les interesa capturar a quien humilló al Estado.

El cártel de Sinaloa y el resto de las organizaci­ones criminales están muy agradecida­s con el presidente han hecho se llama claudicaci­ón, no tiene nombre ._ López Obrador, con el fiscal Alejandro Gertz Manero y con los secretario­s de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, y de Seguridad, Alfonso Durazo, por darles permiso de actuar sin que el Estado los persiga. Ya no tienen que molestarse por cooptarlo. Aunque lo que

A un año de lo ocurrido en Culiacán, no les interesa capturar a quien humilló al Estado

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