Fin de una época
Hay acontecimientos que representan un antes y un después. En política lo fue el triunfo de Fox o el de López Obrador, pero por importantes que sean estos eventos no señalan el fin de una época. La política, sobre todo la de grandes pretensiones fundacionales, con frecuencia defrauda. Quizás sea más relevante el accidente, los eventos que desde diversos orígenes y efectos se entreveran para generar un cambio de fondo. Así ocurrió en 1994. Así ocurre en 2020.
No son los propósitos trascendentes del grupo en el poder los que han definido la ruptura. La incontenible pulsión destructiva de su líder a nada bueno o nuevo lleva. Lo que ahora se presenta ha sido como en 1994 la tragedia, la partera de la historia nacional. La crisis sanitaria y la incompetencia gubernamental potenciaron sus perniciosos efectos en lo social y lo económico, los que trascenderán a más tiempo que el de esta generación. El desencanto es lo que se avizora, aunque no sean muchos los que ya advierten la magnitud del fracaso, prácticamente en todos los frentes de la vida nacional.
La detención del ex secretario de la Defensa en Estados Unidos por presuntos delitos cometidos en territorio nacional redefine la relación con el exterior. La justicia penal no conoce ámbito espacial y el vecino del norte, con el funcionar ilegal de sus agencias pone en cuestión la reciprocidad y un elemental sentido de dignidad nacional. De ahora en delante los gobernantes mexicanos y muchos otros serán sujetos potenciales del siniestro brazo justiciero del vecino del norte. Ya ocurría con las autoridades texanas, pero nunca se había llegado a una acción legal con un militar de la más elevada jerarquía. El desafío es real y no falta quien piense que lo merecemos por la incapacidad para contener las prácticas criminales.
2020, el año del covid-19, del criminal López Gatell, de Emilio Lozoya, del persistente afán destructivo del Presidente cada vez más poderoso, cada vez más fuerte, cada vez más aislado y cada vez más decidido a hacer de su país lo que el prejuicio y la ignorancia le dictan. 2020 el año en el que el Presidente mexicano quedó colgado de la brocha al perder a su valioso aliado en el exterior con la reelección presidencial.
El mundo y el país asiste al fin de una época. El paradigma liberal disminuido por la demagogia propia del populismo y también por una pandemia que lleva a una afectación de las libertades básicas, inédita para los últimos 70 años. En México padecemos lo primero, no lo segundo, no por virtud ni convicción sino por el espíritu de negación que tanto anima al Presidente y que lleva a México al peor ejemplo en el manejo de la pandemia.
Los demonios contenidos amenazan con cobrar renovada vida. Los regionalismos fueron sometidos a espada y fuego. Nada alentador que el autoritarismo centralista haga renacer los ánimos de dispersión y de enfrentamiento de la periferia al centro. El agravio es real, mayor cuando el despotismo centralista cobra relieve en la aplicación discrecional y caprichosa de los muy escasos recursos públicos. 2020 el principio del fin bajo el sombrío espectro de la decepción y del engaño.
Nunca se había llegado a una acción legal contra un militar de la más elevada jerarquía