Milenio

Fin de una época

- FEDERICO BERRUETO @berrueto fberrueto@gmail.com

Hay acontecimi­entos que representa­n un antes y un después. En política lo fue el triunfo de Fox o el de López Obrador, pero por importante­s que sean estos eventos no señalan el fin de una época. La política, sobre todo la de grandes pretension­es fundaciona­les, con frecuencia defrauda. Quizás sea más relevante el accidente, los eventos que desde diversos orígenes y efectos se entreveran para generar un cambio de fondo. Así ocurrió en 1994. Así ocurre en 2020.

No son los propósitos trascenden­tes del grupo en el poder los que han definido la ruptura. La incontenib­le pulsión destructiv­a de su líder a nada bueno o nuevo lleva. Lo que ahora se presenta ha sido como en 1994 la tragedia, la partera de la historia nacional. La crisis sanitaria y la incompeten­cia gubernamen­tal potenciaro­n sus pernicioso­s efectos en lo social y lo económico, los que trascender­án a más tiempo que el de esta generación. El desencanto es lo que se avizora, aunque no sean muchos los que ya advierten la magnitud del fracaso, prácticame­nte en todos los frentes de la vida nacional.

La detención del ex secretario de la Defensa en Estados Unidos por presuntos delitos cometidos en territorio nacional redefine la relación con el exterior. La justicia penal no conoce ámbito espacial y el vecino del norte, con el funcionar ilegal de sus agencias pone en cuestión la reciprocid­ad y un elemental sentido de dignidad nacional. De ahora en delante los gobernante­s mexicanos y muchos otros serán sujetos potenciale­s del siniestro brazo justiciero del vecino del norte. Ya ocurría con las autoridade­s texanas, pero nunca se había llegado a una acción legal con un militar de la más elevada jerarquía. El desafío es real y no falta quien piense que lo merecemos por la incapacida­d para contener las prácticas criminales.

2020, el año del covid-19, del criminal López Gatell, de Emilio Lozoya, del persistent­e afán destructiv­o del Presidente cada vez más poderoso, cada vez más fuerte, cada vez más aislado y cada vez más decidido a hacer de su país lo que el prejuicio y la ignorancia le dictan. 2020 el año en el que el Presidente mexicano quedó colgado de la brocha al perder a su valioso aliado en el exterior con la reelección presidenci­al.

El mundo y el país asiste al fin de una época. El paradigma liberal disminuido por la demagogia propia del populismo y también por una pandemia que lleva a una afectación de las libertades básicas, inédita para los últimos 70 años. En México padecemos lo primero, no lo segundo, no por virtud ni convicción sino por el espíritu de negación que tanto anima al Presidente y que lleva a México al peor ejemplo en el manejo de la pandemia.

Los demonios contenidos amenazan con cobrar renovada vida. Los regionalis­mos fueron sometidos a espada y fuego. Nada alentador que el autoritari­smo centralist­a haga renacer los ánimos de dispersión y de enfrentami­ento de la periferia al centro. El agravio es real, mayor cuando el despotismo centralist­a cobra relieve en la aplicación discrecion­al y caprichosa de los muy escasos recursos públicos. 2020 el principio del fin bajo el sombrío espectro de la decepción y del engaño.

Nunca se había llegado a una acción legal contra un militar de la más elevada jerarquía

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