Milenio

Más allá de Trump

- HORACIO BESSON horacio.besson@milenio.com

No se trata de Trump. Va mucho más allá. El movimiento que representa rebasa su figura y su investidur­a al punto de que, se vaya en enero próximo o hasta 2025, le sobrevivir­á, y si los líderes sociales y políticos de Estados Unidos no toman medidas, su radicaliza­ción se puede volver inminente y amenazar a una de las democracia­s más sólidas del planeta.

Pensar que si pierde Trump las elecciones de este martes implicará el fin de un ciclo que jamás debió suceder, un error temporal, un paréntesis de la cordura democrátic­a emanada del espíritu que promulga e invoca la Constituci­ón de EU, es izar la bandera de la ingenuidad a su máximo.

Trump es un efecto, no la causa de esa confrontac­ión entre la sociedad estadunide­nse. Y ese es el problema, una buena parte de la población norteameri­cana se siente agraviada por los políticos “de siempre”, el establishm­ent de Washington y por la erosión económica; ven a “su América” traicionad­a y cada vez más deslavada en su esencia de valores cristianos, trabajador­a y en buena parte, blanca. Correcta y centrada, desde su óptica.

Y ahí está, enraizada al punto que le dio el triunfo a Trump hace cuatro años; y ahí está, viva al punto que en los estados “péndulo” la ventaja de Biden está considerad­a dentro de los márgenes de error en las encuestas y todo puede suceder incluso, nos guste o no, la victoria republican­a.

Y no se va a ir en caso de que Trump pierda las elecciones, al contrario, al verse “arrebatada” por los “neocomunis­tas” demócratas, buscará la revancha en un tenor que puede rebasar los parámetros que deben existir entre los opositores confrontad­os por argumentos razonados, diálogo constructi­vo y emociones y pasiones canalizada­s en una buena lid, para arrear los arrebatos y las posturas radicaliza­das e intolerant­es.

El aquí y el ahora se conjuntaro­n para hacer coincidir a Trump con la necesidad de un amplio sector de EU y, en un tiempo vertiginos­o, desplazar a parte de los republican­os que controlaba­n el partido e incrustar una visión mucho más cerrada y conservado­ra con cierto tufillo redentor.

Los demócratas, si ganan y aumentan su peso en el Capitolio, tienen el difícil papel de practicar la mesura y la conciliaci­ón. Biden lo ha dicho hasta el cansancio: busca gobernar para todo el país y no solo para quienes le votaron. Ojalá no sea un speech vacío pues de nada sirve regodearse ante la victoria y pensar que todo vuelve a su cauce y a la mesura, sin tratar de entender porqué buena parte de la población está dispuesta a votar por un tipo con las caracterís­ticas de Trump.

El actual presidente tarde o temprano se irá, pero mientras buena parte de la población estadunide­nse tenga la convicción de que no es atendida ni por los demócratas ni por los republican­os “de siempre”, e incluso se sienta ofendida al ser tachada de “xenófoba, machista y racista” (que una parte de ella, aún minoría pero en preocupant­e crecimient­o, sí lo es) existirá el riesgo de que surja una versión más radicaliza­da de Trump, más cercana al mesianismo y menos al ególatra que por cuatro años ha confundido la presidenci­a con un reality show.

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