¿Te imaginas si muere Maradona?
No hace muchos años, cuando en las viejas redacciones de radio y televisión deportiva sonaban las teclas de una Olivetti, los ruidosos módems de IBM negociaban vía telefónica una conexión, las impresoras de rodillo se quedaban sin carretes de papel continuo y estaba permitido fumar, los jefes de piso colocaban con tachuelas sobre un corcho la orden de cámaras y en días festivos, las temibles guardias de información.
De todas ellas había dos que se sorteaban con anticipación: la Nochebuena y la Nochevieja. Aquellas guardias eran cubiertas por una cuadrilla de reporteros novatos y supervisadas por un veterano que, a caballo entre la cena y el recalentado, daba algunos paseos por la redacción. Dónde, cuándo y cómo iba a saltar la noticia, nadie podía saberlo. En lo que todos los jefes de información coincidían, era en quién podía ser el protagonista. El motivo de las guardias es evidente: no se puede escapar la nota, pero el contenido, sujeto al infortunio, muy pocos lo imaginaban. Para explicar la importancia de esas vigías invernales en mitad de la nada deportiva, los reporteros casados solían hacer una pregunta cruel, aunque muy real, a los reporteros solteros que serían los centinelas durante las fiestas: ¿te imaginas si muere Maradona? La crudeza de esa posibilidad nos alcanzó el día de su retiro. Cuando el mejor futbolista de la historia dejó de jugar, empezó a morir despacio.
Desde entonces su vida, por una y otra razón, ha pendido de un hilo oscilatorio entre el escándalo, la esperanza, el recuerdo y como en esta ocasión, el rezo o la resignación. Hace mucho tiempo que las redacciones deportivas en todo el mundo se han preparado para la muerte de Maradona. Sus archivos de goles, jugadas, anécdotas e imágenes están etiquetados por orden cronológico. Lo que nadie sabe, y esperamos de todo corazón que sigamos mucho tiempo sin saberlo, es la hora y orden de edición.
Cuando el mejor futbolista de la historia dejó de jugar, empezó a morir despacio