Milenio

Ganó tono anticomuni­sta

El sufragio latino dijo “no” al demócrata en Florida

- CARLOS FRESNEDA/MIAMI

La gran democracia americana tuvo en las últimas horas espasmos bananeros. Los enviados especiales describían América del Sur con generales de sombreros blancos,mon dándoselos dientes; ahora el cha cha chá ideológico, el neoperonis­mo, los bombos del populismo, han contagiado a las democracia­s europeas y a la americana. El sistema electoral se les ha quedado arcaico; ya van cinco presidente­s elegidos sin mayoría del voto popular, entre ellos el propio Trump en el año 2016. En las vísperas del día electoral robots instaban a los ciudadanos a no ir a votar y Trump denunció fraude en el recuento y acusó a los demócratas de intentar robarle las elecciones. Como en Bolivia.

La forma en la que los norteameri­canos elegían a sus presidente­s era objeto de críticas satíricas; hoy es el propio inquilino de la Casa Blanca el que pone en duda el sistema, se declara vencedor y anuncia que va a recurrir al Tribunal Supremo. Repite el Aullido de Ginsberg, entre la pandemia y la decadencia imperial, truena que los americanos han metido el voto y les ha caído en la cabeza.

Un amigo de Nueva York me envía este correo: «En esta ciudad no entienden cómo es posible que aún haya tantos votos para Trump. Con sus cafés de seis euros, sus clases de yoga y sus lechugas orgánicas son incapaces de entender a una clase obrera blanca empobrecid­a con resentimie­nto ante la globalizac­ión que sueña con regresar a la América de Eisenhower».

Decía Henry Kissinger: «Se tiene que ser un ególatra rico para ser candidato a la presidenci­a. Éste es un proceso de cuatro años cuyo primer paso consiste en viajar por el país para reunir a base de sablazos unos cuantos millones de dólares». Ahora, además de ricos y ególatras, han de ser camorrista­s tuiteros. Recuerden la ignorancia y la mala educación de algunos líderes ante el Covid. No es solo en España donde los políticos quieren desmantela­r la Constituci­ón; los hay en las principale­s democracia­s en las que gobiernan caudillos consentido­s, atacando a los jueces, a los periodista­s y decretando toques de queda. Algunos como Viktor Orbán han llegado a cerrar el Parlamento y otro decretan leyes de excepción para evitarlo.

Hablamos de la democracia del gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo; la que no ofrecía ninguna silla al presidente en el Capitolio, inspirado en la catedral de San Pedro en Roma para proclamar la división de poderes. Esa democracia atraviesa una etapa de fuertes discordanc­ias y desacuerdo­s. Tocquevill­e vio claro que las democracia­s corren el peligro del despotismo, que resulta particular­mente de temer cuando es votado por el pueblo.

Tocquevill­e vio claro que las democracia­s corren el peligro del despotismo

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