Milenio

Estados Unidos: 2000 y 2020

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Hasta antier, en la historia más reciente de Estados Unidos había un solo caso, uno nada más, en que el discurso de concesión del perdedor no ocurrió de inmediato: la elección de 2000 entre Al Gore y George W. Bush. Ese 7 de noviembre de 2000, la elección iba a ser definida por el voto de Florida. Los exit polls comenzaron a ser dados a conocer a las 9 de la noche, hora de Nueva York, cuando la votación todavía tenía lugar en los estados del Oeste, tres horas en retraso con los del Este. Hacia las 10, Bush tomó la delantera en Florida, aunque entre la 1 y las 2 de la mañana su ventaja disminuyó de 200 mil a 50 mil votos. Aun así, a las 2:15 de la madrugada, y a pesar de que las boletas todavía no terminaban de ser contadas, Fox News afirmó que había ganado Bush. CNN lo confirmó. La televisión dio el resultado, no la autoridad electoral. Entonces Gore tomó el teléfono en Nashville, Tennessee, para felicitar a Bush, quien aguardaba en Austin, Texas. Salió bajo la lluvia, para reconocer su derrota en el War Memorial. Sabía que había ganado el voto popular y pensaba que había perdido el voto electoral por una fracción insignific­ante. Aun así, salió sin chistar a reconocer su derrota, como lo exigía la tradiciónm­ásimportan­tedelademo­craciaensu­país.

Gore estaba a dos o tres cuadras del War Memorial cuando su jefe de asesores, junto con él en el automóvil, recibió un mensaje muy urgente: la ventaja de Bush había bajado a 6 mil votos en Florida. Minutos después, al llegar al War Memorial, la ventaja era de menos de mil votos. Así lo dieron a conocer, aturdidos y avergonzad­os, los noticieros de televisión. Florida estaba una vez más, dijeron, too close to call. Entonces, a las 3:40 de la madrugada, apenado pero jubiloso, Gore habló de nuevo con Bush, para decirle lo que él ya sabía: aún no había perdido la elección para la Presidenci­a.

El resultado del recuento de los votos en Florida redujo todavía más la ventaja de Bush: la limitó a 300 miserables votos sobre Gore. Entre las personas que votaron en Florida, era claro, había más que perforaron la boleta con la intención de votar por él (por eso, ahí, todos los exit polls afirmaron que había ganado Gore). Pero muchos la perforaron mal: sus votos iban a ser anulados, por lo que parecía necesario hacer un recuento no mecánico sino manual en el estado. La Suprema Corte de Justicia, sin embargo, dominada por magistrado­s designados por el Partido Republican­o, puso un alto al recuento manual de los votos en Florida. Al conocer la decisión de la Suprema Corte, Gore, quien perdió la elección por un puñado de votos, afirmó que no la compartía, pero que la respetaba. Hizo al fin, como estaba obligado por sus conviccion­es, su discurso de concesión.

La elección de 2020 fue, como en 2000, una elección cerrada; fue, como en 2000, una elección en que el candidato del Partido Demócrata ganó el voto popular; fue, como en 2000, una elección en que los abogados y los jueces desempeñar­on desde el principio un papel muy relevante; fue, como en 2000, una elección que exhibió a un país dividido en dos. Pero en 2000, el perdedor era un hombre demócrata y en 2020, en cambio, es un payaso perverso . Por eso no tenemos claro todavía lo que sucederá.

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