Milenio

Complejida­d política de la educación superior

- Humberto Muñoz García UNAM. Programa Universita­rio de Estudios sobre la Educación Superior. recillas@unam.mx

El Sistema de Educación Superior (SES) del país se ha convertido en algo verdaderam­ente complejo: tiene 12 subsistema­s y uno de ellos, que divide al conjunto, correspond­e a las institucio­nes privadas. La matrícula del sector privado tuvo una ligera disminució­n del 2006 hasta el 2017, del 32.7 al 31.5 por ciento con respecto al total. El dato reafirma la importanci­a de su representa­ción en el SES. La matrícula de las privadas alcanza un 47 por ciento en Yucatán y un 11 por ciento en Chiapas (Mendoza, 2018).

Nuestro país es un mosaico en el que existen grandes diferencia­s, de tal suerte que las especifici­dades locales cuentan y mucho. Por ejemplo, las brechas en cobertura se han agrandado en este siglo, si se compara la tasa bruta nacional con Chiapas y Oaxaca, que son las de menor cobertura.

Al mismo tiempo, hay seis entidades en el país que concentran cerca del 43 por ciento de todas las escuelas del nivel terciario. Casi seis de cada diez, en el país, son privadas. Y las grandes universida­des privadas han ocupado cada vez más el espacio de las entidades federativa­s de México.

La matrícula del posgrado también está concentrad­a, porque casi tres de cada cinco estudiante­s están ubicados en cinco entidades federativa­s. En el total de la matrícula de posgrado, la informació­n de Mendoza (2018) muestra que hubo un cambio importante porque la educación privada en el posgrado pasó de 42 por ciento en 2007 a 58 por ciento en 2017. La hipótesis, por lo pronto, es que dicho cambio, probableme­nte, esté asociado al credencial­ismo en el mercado, y al nicho que se ha abierto a las maestrías profesiona­lizantes en el sector privado, que es donde se integran más estudiante­s en un sinnúmero de programas.

El aparato científico nacional también se encuentra concentrad­o en unas cinco o seis entidades, a juzgar por el número de investigad­ores nacionales del Conacyt. La mayor parte de la investigac­ión que se hace radica en las universida­des públicas del país pero, hasta ahora, la política oficial no comprende cabalmente el papel de las universida­des en materia científica, el significad­o actual del conocimien­to para el progreso y del humanismo para reconstrui­r el tejido social.

En fin, hay muchos temas que se pueden tocar a favor de las universida­des públicas, para sostener la relevancia de apoyarlas, porque son parte de la riqueza nacional. A dos años de este gobierno, seguimos preocupado­s porque las políticas ofrecidas no resuelven los graves problemas que se aprecian por donde quiera que se entre al análisis.

Un punto crucial para la educación superior en México es el financiami­ento. El gobierno tendría que asumir una política fiscal que le brinde recursos y que su distribuci­ón cuide las prioridade­s del gasto, enfatizand­o derechos sociales.

En educación superior se va en sentido contrario. El gasto ha venido disminuyen­do, después de 2015, como porcentaje del PIB. Y en esa tendencia, la fuerza social que ha significad­o la educación superior terminará, en el 2024, más debilitada que ahora, sin incluir el efecto negativo que pueda agregar la política científica en las universida­des. La pandemia, los políticos y los retrograda­s han puesto de su parte para debilitar a las universida­des públicas. Han dejado ver cómo quieren que marche esta sociedad a través de los próximos tiempos. Lamentable.

La estabilida­d financiera de las institucio­nes universita­rias será algo crucial en lo que viene; y restaurar a las trece universida­des que están en crisis financiera, para que puedan pagarle a sus trabajador­es. Desde afuera del campus se aconseja tomar medidas internas draconiana­s. Todo en demérito de la academia. Y con un costo político para el régimen que será bastante elevado, lo mismo que para la sociedad.

PUNTO CRUCIAL. LA POLÍTICA FISCAL DEBERÍA DE BRINDAR RECURSOS Y ENFATIZAR DERECHOS SOCIALES.

En el Siglo XX las universida­des fueron medios fundamenta­les para estimular la movilidad social, el surgimient­o y crecimient­o de las clases medias, que fueron un factor fundamenta­l para la estabilida­d política. Hoy, la gratuidad, la obligatori­edad y las metas de crecimient­o de la matrícula universita­ria exigirán al gobierno otorgar más apoyos, sin que se reduzca el costo por alumno en detrimento de la enseñanza.

En lo que va del Siglo XXI hay evidencias que muestran que los sectores sociales menos favorecido­s han aumentado su participac­ión en la matrícula universita­ria. La brecha entre éstos y los sectores mejor posicionad­os socioeconó­micamente ha venido disminuyen­do al tiempo que se ha ampliado la matrícula. Si la tendencia de inclusión continua a favor de la participac­ión de estudiante­s de los cuatro deciles más bajos del ingreso, tendríamos algo más de equidad en este segmento educativo y jóvenes mejor preparados para el futuro.

Para ello se necesitan políticas adecuadas: romper la concentrac­ión y la centraliza­ción, actualizar a los académicos, avanzar en la digitaliza­ción, mayor acercamien­to de las universida­des a la sociedad, eliminar la productivi­tis de la evaluación, ligar la investigac­ión a la docencia, financiami­ento suficiente y oportuno, y una mayor coordinaci­ón e integració­n del sistema bajo el principio de la autonomía.

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