Biden: serenidad, unidad y recuperación de lo presidencial
Después de la elección en Estados Unidos destacan al menos tres lecciones. Una: la espiral del silencio opera especialmente cuando existe polarización electoral y en sentido amplio, política. Dos: las relaciones entre los electores, por muy polarizadas que hayan podido ser, con el liderazgo apropiado pueden iniciar procesos de alivio. Tres: las relaciones entre los jefes de Estado son mucho más pragmáticas y flexibles de lo que muchos quisieran reconocer: el poder tiene una lógica de reproducción superior a la auto atribuida de millones de haters.
Como bien lo identificó Elisabeth Noelle-Neumann en su célebre La espiral del silencio. Opinión Pública: nuestra piel social, en situaciones en las que la mayoría parecen tener opiniones contrarias a las nuestras, ten demos a abstenernos de expresar nuestra verdadera opinión a modo de mantenernos incluidos en un grupo; preferimos, entonces, guardar silencio.
En las elecciones del país vecino, esto se relaciona con el equívoco pronóstico de los másres que daban un triunfo demás de ocho por ciento a Jo e Biden. La diferencia fue menor a la mitad de eso y fue evidente, también, y como efecto de varios elementos, el debilitamiento de quien defendía la presidencia en las entidad es típica mente republicanas, como Arizona.
El simpatizante promedio de Trump, sin compartir su opinión, sin avalar la oleada anti-Trump en los medios convencionales y en las redes, debilitó la defensa del aún actual presidente estadunidense como lo habían hecho en 2016.
Debilitados, pero más fuertes de lo reconocido, afectados en campaña por la mencionada espiral del silencio, por el acuerdo demócrata detrás de Biden, golpeados por la comprensión opositora de la oportunidad de un discurso no polarizador, no pudieron evitar la oportunidad de Biden.
En segundo lugar, el discurso de media tarde del miércoles presentado por el demócrata planteó ideas muy claras que hablan de la probabilidad de recuperación de un discurso presidencial que se basa en la precisa construcción de una narrativa de unidad, de sanación y alivio.
Biden desarrolló su intervención basado en el entendimiento, posterior a la contienda, de las grandes divisiones que existen en el electorado estadunidense y que fueron exacerbadas en la retórica de Trump; situó esa fragmentación como base de la nueva oportunidad histórica demócrata para hablar de unos nuevos “Estados Unidos de América” y se colocó como la bisagra entre la época naufragante de polarización y una de coincidencia, donde la oficina de la presidencia del vecino país se encuentra como el principal articulador de ese nuevo discurso.
Bidenesnuevamente“presidencial”,conequilibrio analítico y expresivo y con apertura a la paciencia fundamental en el centro de una tensión poselectoral.
En tercer lugar, y finalmente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y Biden no tendrán ningún problema en superar cualquier presunta herida, la cual es mucho menos relevante de la exhibida por los estadunidenses entre sí y que también es bastante menor de lo que quisieran admitir los adversarios de Obrador.