Por encima de la institución o por debajo de ella
Un grupo puede formarse a partir de la afinidad que un determinado número de personas siente o comparte en relación a cualquier actividad, concepto o causa común. Un equipo es algo más.
Desde luego que los equipos también están unidos por esa misma afinidad, pero en ellos conviven valores superiores como la identidad, la responsabilidad, la igualdad y la representa ti vid ad, que se afianzan a través de códigos de conducta, se expresan mediante ideales y se simbolizan con un escudo, una bandera, un nombre y unos colores.
En todas las relaciones humanas, incluso al interior de un equipo, siempre hay un paso más allá. La convivencia bajo situaciones límite, salir adelante de una crisis, alcanzar un objetivo que parecía imposible o disfrutar el éxito de los compañeros como propio convierte a las personas que forman parte de esa organización en lo más parecido a una familia. Aquí es cuando el compromiso adquiere ciertas características que superan ese pacto profesional: solidaridad, apego, fidelidad, honor, orgullo y lealtad.
Cuando un equipo llega a ese nivel de hermandad, un estado de confianza que lo une de manera casi consanguínea, entonces ha encontrado su casta. Ese linaje que reúne una forma de pensar, de vivir y trabajar es lo que se mete en los huesos de una organización convirtiéndose en una dinastía, y con el tiempo, en una Institución. Los equipos deportivos y sus integrantes que utilizan o desgastan con tanta frecuencia la frase: “nadie está por encima de la Institución ”, deberían explicar primero, cómo se mantienen los principios institucionales para que nadie se coloque por debajo de ellos.
En el deporte, suele pensarse que la Institución es una oficina de cortinas beige, con dos escritorios, unas máquinas de escribir y un reglamento pegado en la pared para leer y cumplir; no. Alcanzar el grado institucional requiere mucha educación, cariño y respeto por los demás.
Cuando un equipo llega a ese nivel de hermandad, entonces ha encontrado su casta