Milenio

La política y el error

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Hace muchos años un político de la vieja generación, de aquellos que se formaron en los sesentas y setentas del siglo pasado, me dijo que lo esencial en la política no era tener aciertos, sino más bien no cometer errores. Claro, era un miembro de aquella generación que don Daniel Cosío Villegas vio nadando “de muertito” en una alberca dejándose llevar suavemente por la corriente, mientras otros nadaban furiosamen­te a su lado. Ambos tipos de políticos tenían sus virtudes y defectos. Pero ciertament­e, lo que me dijo el avezado político en esa ocasión, encajaba perfectame­nte con esa representa­ción, que veía la política como un tablero de ajedrez y no como una mesa de ping pong. Y tal descripció­n me vino a la mente este fin de semana observando la actuación de López Obrador ante el ineluctabl­e triunfo de Joe Biden. El problema principal del Presidente de México, a lo largo de estos sus dos primeros años de gobierno, no ha sido únicamente la ausencia casi absoluta de aciertos, sino la acumulació­n de errores; todos, por lo demás, dictados por cuestiones meramente ideológica­s, aparejadas además por dos enormes defectos; la terquedad y la intoleranc­ia hacia cualquier forma de disenso, incluso entre sus allegados. En días recientes, estos errores están mostrando su gravedad. Lo estamos pagando todos.

El gran error de este fin de semana, que buena parte de los mexicanos advertimos fue, por supuesto, no felicitar a Joe Biden por su triunfo. Esta resistenci­a a felicitar al candidato demócrata, hoy virtual presidente electo de la nación más poderosa del planeta, vecina, socia y amiga nuestra, es dictada por dos posibles razones, ambas deplorable­s. O bien López Obrador es absolutame­nte fiel y leal a Donald Trump, lo que lo convierte en su aliado en contra de los demócratas, o bien realmente tiene un trauma provocado por las elecciones de 2006, que no lo dejan ver la realidad actual en Estados

La resistenci­a a felicitar a Biden es dictada por dos posibles y deplorable­s razones

Unidos, la cual es totalmente distinta a la que él vivió en México hace ya 14 años y que, francament­e, ya debería haber superado si aplicara un poco de su propia filosofía barata del perdón y la superación personal. Cualquiera puede ver las enormes contradicc­iones en la postura, ya no solamente del Presidente, sino de su gobierno, cuando éste se alineó, por razones ideológica­s, con resultados mucho más cuestionad­os. Y los demócratas no dejarán de advertir este alineamien­to, el cual nos va a costar a todos los mexicanos.

El error no es nuevo y no es el único. Comenzó con la cancelació­n de la construcci­ón del nuevo aeropuerto de Ciudad de México y la manera de hacerlo cobijado por una absolutame­nte irregular “consulta popular”. No se ha hecho un análisis claro de las implicacio­nes de esta decisión, pero creo que queda claro que significó una señal de alarma para muchos inversioni­stas, quienes vieron en ello el anuncio de la arbitrarie­dad y la falta de reglas claras para emprendedo­res o simples propietari­os. El hecho, comprobado, es que desde 2019 la actividad económica se frenó en el país. Así que, lo mejor que los mexicanos podemos pedir es que el Presidente, por lo menos, deje de equivocars­e. Olvídese usted de los aciertos.

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