La política y el error
Hace muchos años un político de la vieja generación, de aquellos que se formaron en los sesentas y setentas del siglo pasado, me dijo que lo esencial en la política no era tener aciertos, sino más bien no cometer errores. Claro, era un miembro de aquella generación que don Daniel Cosío Villegas vio nadando “de muertito” en una alberca dejándose llevar suavemente por la corriente, mientras otros nadaban furiosamente a su lado. Ambos tipos de políticos tenían sus virtudes y defectos. Pero ciertamente, lo que me dijo el avezado político en esa ocasión, encajaba perfectamente con esa representación, que veía la política como un tablero de ajedrez y no como una mesa de ping pong. Y tal descripción me vino a la mente este fin de semana observando la actuación de López Obrador ante el ineluctable triunfo de Joe Biden. El problema principal del Presidente de México, a lo largo de estos sus dos primeros años de gobierno, no ha sido únicamente la ausencia casi absoluta de aciertos, sino la acumulación de errores; todos, por lo demás, dictados por cuestiones meramente ideológicas, aparejadas además por dos enormes defectos; la terquedad y la intolerancia hacia cualquier forma de disenso, incluso entre sus allegados. En días recientes, estos errores están mostrando su gravedad. Lo estamos pagando todos.
El gran error de este fin de semana, que buena parte de los mexicanos advertimos fue, por supuesto, no felicitar a Joe Biden por su triunfo. Esta resistencia a felicitar al candidato demócrata, hoy virtual presidente electo de la nación más poderosa del planeta, vecina, socia y amiga nuestra, es dictada por dos posibles razones, ambas deplorables. O bien López Obrador es absolutamente fiel y leal a Donald Trump, lo que lo convierte en su aliado en contra de los demócratas, o bien realmente tiene un trauma provocado por las elecciones de 2006, que no lo dejan ver la realidad actual en Estados
La resistencia a felicitar a Biden es dictada por dos posibles y deplorables razones
Unidos, la cual es totalmente distinta a la que él vivió en México hace ya 14 años y que, francamente, ya debería haber superado si aplicara un poco de su propia filosofía barata del perdón y la superación personal. Cualquiera puede ver las enormes contradicciones en la postura, ya no solamente del Presidente, sino de su gobierno, cuando éste se alineó, por razones ideológicas, con resultados mucho más cuestionados. Y los demócratas no dejarán de advertir este alineamiento, el cual nos va a costar a todos los mexicanos.
El error no es nuevo y no es el único. Comenzó con la cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México y la manera de hacerlo cobijado por una absolutamente irregular “consulta popular”. No se ha hecho un análisis claro de las implicaciones de esta decisión, pero creo que queda claro que significó una señal de alarma para muchos inversionistas, quienes vieron en ello el anuncio de la arbitrariedad y la falta de reglas claras para emprendedores o simples propietarios. El hecho, comprobado, es que desde 2019 la actividad económica se frenó en el país. Así que, lo mejor que los mexicanos podemos pedir es que el Presidente, por lo menos, deje de equivocarse. Olvídese usted de los aciertos.