La ira de Trump
Está enojado. Y no lo disimula. Por el contrario, lo potencializa para lograr mayor empatía entre sus votantes y, con actitudes mitad plañidera, mitad autócrata light, amenaza con no irse. Trump olvida que forma es fondo y que ante todo, es jefe de Estado y como tal, debe comportarse. Debe, pero ya sabemos (ingenuo yo), nunca lo ha hecho y eso, aunque en el pasado le ha redituado con creces ante una buena parte de la población norteamericana harta del establishment, hoy lo está dejando solo ante la comunidad internacional y ante una gran mayoría de los estadunidenses.
Porque, en beneficio de la duda y estirando el abanico de posibilidades, ¿y si el republicano tuviera razón? La mayoría, tan solo de pensarlo, lo vemos absurdo y lo descartamos de inmediato al argumentar más con nuestra, bien ganada, trumpofobia, que con datos electorales.
Creo en la fortaleza del espíritu democrático estadounidense y de su convicción de servir al mandato emanado del pueblo pero, ¿quién de nosotros mete las manos al fuego por los políticos, de carne y hueso, republicanos o demócratas?
PeroniTrump,nisuequipo(Giulianisoloatinaadecirsobrelosdemócratas:“Secomportarondeunamaneraquesugiere un fraude”), presentan pruebas contundentes.
Incluso anoche, el propio gobierno del republicano, en una de sus ramas como autoridad electoral, argumentó, contundente: “La elección del 3 de noviembre fue la más segura en la historia de Estados Unidos”. Golpe directo a Trump. El enemigo, pensará, está en la propia casa.
Y justo quiero llegar a un punto: la credibilidad; y con ella, retomo la advertencia de Jesús Reyes Heroles: fondo y forma están fusionados. Trump con sus rabietas de niño, sus argumentos de adolescente vacuo, sus descalificaciones sustentadas solo a golpes de tuits, le restan toda seriedad a sus denuncias electorales.
Alverqueseestállevandoacabounfraudeelectoral,unlíderseponealniveldelmomentohistóricoydenunciaelgran golpe ya no a él, sino a la democracia de un país con más de 230 años de izar esa bandera con orgullo, pide unidad, aportapruebasirrebatiblesypronunciaeldiscursodesuvida,patriótico y emotivo...pero no, Trump juega golf y patalea.
¿Qué le faltó a Trump? Madurez y haber seguido los consejos de Maquiavelo: “Porque el no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios más eficaces de que dispone un príncipe contra las conjuraciones”.