Tu perro y otras historias
Estos extraños tiempos de pandemia hemos descubierto tanto las bendiciones como las maldiciones de la tecnología. No puedo creer los personajes que han desfilado, virtualmente, por la sala de mi casa en estos días, y mejor aún, yo por la de ellos. Eso me dijo Ewan McGregor en una entrevista hace ya varias semanas, cuando me quejaba entre risas por la incapacidad de verlo en persona. Él me dijo, y lo entiendo bien, que para él era increíble poder vernos a todos en nuestro hábitat natural alrededor del mundo desde la comodidad de su casa, en lugar de sentarse horas en un cuartito oscuro recibiendo a la prensa mundial por unos cortos minutos.
Unas por otras, pero a pesar de todo lo oscuro de estos tiempos de pandemia debo admitir que ya voy encontrando el lado amable a lo que dice Ewan. Con todo y las producciones suspendidas, jamás había podido hacer tantas entrevistas con personajes tan fascinantes en tan poco tiempo. Y sí, todos hemos sufrido del mal internet o de eventos inevitables cuando uno está en casa. Como el repartidor desesperado quien insistía, cual novio celoso, que le tomara la llamada cuando estaba en el noticiario en vivo, por ejemplo.
De todas estás historias me quedo con una que me hizo sentir en paz y hasta cercana de uno de mis cineastas favoritos. Apenas hace dos días, platicando con Werner Herzog, el padre del nuevo cine alemán, él se percató que tenía a mi perrita merodeando. Me pidió que se la presentara en cámara y yo, apenada, lo hice. Eso me regaló al menos seis minutos más con este genio, quien comparte mi adoración por los can es y quería hablar de ello. Eso no pasa en un día laboral cualquiera.