Milenio

“Un millón de contagios y estamos a nada de 100 mil fallecidos”

- Roberta Garza

AAl cuestionar­lo, se atrevió a contestar que hablar de esas catastrófi­cas cifras era una falta de respeto

penas el 4 de junio pasado, el subsecreta­rio de Salud Hugo López-Gatell dijo que llegar a 60 mil mexicanos muertosp orco vid sería un escenario catastrófi­co, pero que no nos preocupára­mos, que en el peor de los casos se esperaban en total 30 o 35 mil decesos. Basta ron dos meses para que rebasáramo­s esa cifra, y otros tres para llegara esta semana, cuando 60 mil muertos van a quedar en calidad de buen deseo: según datos oficiales, acabamos de pasar el millón de contagios y estamos a días de llegara los 100 mil fallecimie­ntos. Y los números no oficiales son mucho peores: si comparamos el total de defuncione­s en este 2020 contra el promedio anual registrado a partir de 2015, vemos que hay 2.5 por ciento veces más muertos que los habituales. Es decir, que los fallecidos atribuible­s a covid en este año, en México, son cerca de los 250 mil.

El perlario de éxitos del secretario no es poca cosa. Olvídense de exculparla ir responsabi­lidad presidenci­al atribuyénd­ole “fuerza moral, no de contagio”, y su sonrisa teta cuando los detentes: en los hechos México en cabeza las tasas del eta lid ad, es decir, la cantidad de personas que mueren en caso de contraer la enfermedad: arañamos el 10 por ciento, cuando el resto del mundo civilizado promedia entre 2 y 4 por ciento. López-Gatell apostó en los albores de la pandemia, cuando medidas más adecuadas hubieran hecho toda la diferencia, por el modelo centinela, uno que se indica para estimar los brotes virales por población, pero que de ninguna manera sirve para contener enfermedad­es desconocid­as y le tales, desestiman­do además las herramient­asque tanto la OMScom ola CDCg ringa han señala do como las más efectivas para detener el avance del virus o, de perdido, para disminuir su mortandad: el uso generaliza­do de pruebas, el rastreo de infectados, el uso obligatori­o en públicode mascarilla­s, la prohibició­n de eventos masivos y, de llegara niveles críticos, el confinamie­nto de todos menos delos trabajador­es esencia les. En vez, nos pidió seguir vida normal, afirmó que esto era como una influenza cualquiera, que no era grave, y nos dijo, semana tras semana, que México ya estaba“aplanando la curva ”. Llegamos a otoño, y al inevitable recrudecim­iento de la enfermedad antes dela vacuna espera da en primavera o verano, como el cuarto país del mundo con más muertes totales y el décimo en muertes por cada 100 mil habitantes —poco más de 76.

A diferencia de sus homólogos en Italia o España que, como él, inicialmen­te desestimar­on la enfermedad, pero que ante la evidencia rectificar­on y ahora abogan por medidas profilácti­cas más severas, López-Gatell, como su jefe desde Palacio, no parece tener reversa; además de exculparse de toda responsabi­lidad endilgándo­le la culpa a los mismos mexicanos y a sus hábitos alimentici­os, y de congratula­rse por todas las camas vacías que hay en el país sin reparar en los ataúdes llenos, en una de sus últimas ruedas de prensa, cuando le cuestionar­on esas catastrófi­cas cifras, se atrevió a contestar que hablar de eso era una falta de respeto hacia los muertos.

Y aún nos falta el invierno.

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