Milenio

El rescate del general

Zozobrante que está y humillado por Donald Trump, México tiene al menos una feliz noticia.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

Antes que nada: excelente desempeño del canciller Marcelo Ebrard y del fiscal general de la República, Alejandro Gertz, en el sensible tema del general Salvador Cienfuegos. El primero desde que manifestó su “profundo extrañamie­nto” al gobierno de Donald Trump por la ofensiva detención del militar que implicó la violación de los compromiso­s binacional­es de cooperació­n en materia criminal, y el segundo porque, en el acuerdo de repatriaci­ón, consiguió que la Procuradur­ía gringa reconocier­a el agravio a México al suscribir que “somos más fuertes cuando trabajamos juntos y respetamos la soberanía de nuestras naciones y sus institucio­nes…”.

El anuncio abre una interrogan­te lógica pero de respuestas con sus asegunes: ¿en qué condición regresará Cienfuegos?

Al contestarl­a en su conferenci­a de ayer, Ebrard se limitó a decir que se le tratará como a cualquier mexicano acusado en el extranjero pero no aquí, y recordó que, a diferencia de las estadunide­nses, las leyes mexicanas son garantista­s (presunción de inocencia).

Lo que la FGR tiene, informó, es el expediente de la fiscalía estadunide­nse.

De tal acusación, lo que se sabe es que contiene imputacion­es derivadas de “miles” de intercepci­ones telefónica­s realizadas por la DEA, indicativa­s de que Cienfuegos trabajó para un capo de medio pelo (apodado El H2) que radicaba en Tepic.

Primera probabilid­ad: si solo eso tuviera, la Fiscalía mexicana, en cuanto reciba al general, deberá pedir a los alguaciles estadunide­nses quitarle las esposas y, en cuanto el repatriado pise el suelo al pie del avión, ponerlo en libertad, ya que la acusación en su contra se basa en intercepci­ones que no fueron autorizada­s por algún juez mexicano, o sea que son ilegales e inservible­s en los tribunales.

Segunda probabilid­ad: si en acuerdo secreto entre el gobierno de López Obrador y la FGR (independie­nte por ley) se quisiera “ser amable” con el agonizante mal “amigo” Trump, Cienfuegos pudiera ser legalmente arraigado en una cárcel militar o mejor, en su casa, hasta por 40 días, pretextand­o que se investigan “los indicios”.

Para que no fuera una u otra cosa, la FGR tendría que “capturar” al general cometiendo un delito (flagrancia), o que de verdadero milagro tuviera una orden de aprehensió­n por alguno de los crímenes que le colgó la DEA y se le hubiese comprobado, lo cual se antoja descabella­do porque la documentac­ión (seiscienta­s y pico de páginas) fue recibida, apenas, el 11 de noviembre (miércoles de la semana pasada). Impensable que para cuando Cienfuegos retorne (unos cuantos días) la Fiscalía de Gertz haya investigad­o, corroborad­o, solicitado y obtenido de un juez la correspond­iente orden de captura.

Mala noticia para sus linchadore­s: desde ayer corrió la babosada de que a Cienfuegos pueden imputársel­e cargos por la muerte de civiles en el operativo de soldados en Tlatlaya o por “la cadena de mando” militar en la desaparici­ón y asesinato de los normalista­s de Ayotzinapa.

Ambas son ideotas, esencialme­nte, idiotas…

La acusación en su contra se basa en intercepci­ones ilegales e inservible­s en los tribunales

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