Primera piedra
La alemana, es de las pocas selecciones que nunca juega un partido amistoso o de papeleo, cualquiera que sea el trámite, lo atienden con seriedad, serenidad y responsabilidad; es, antes que un equipo, un auténtico representativo nacional. Jugadores, entrenadores y directivos a lo largo de su historia han ayudado a construir una identidad que se sostiene de una forma muy sencilla: ganar.
Esa resistencia a la derrota constituye una de las grandes leyendas del futbol. Vencer a Alemania cuando sea y donde sea, representa un peldaño en las aspiraciones de cualquier equipo. Sus derrotas, casi siempre honrosas, no son una estadística, sino un reconocimiento al rival. Por eso, su escandalosa caída en Sevilla (6-0) produce una sensación de angustia en el modelo alemán que parece agotado frente al renovado estilo español.
Ambas selecciones se han pisado los talones en los últimos años transformando su interpretación histórica de un juego que transitaba entre furias y aplanadoras, para convertirlo en sensibles maquinarias de precisión diseñadas con talento. Concentradas en la crianza, educación y formación de prometedoras generaciones juveniles, se reparten la mitad de los títulos europeos Sub-21 en la última década, jugando, además, dos finales entre ellas: una para cada bando. Se trata de las dos canteras más productivas del futbol mundial, por lo que un marcador de estas proporciones puede considerarse un shock en el tiempo.
Las consecuencias de un resultado tan sonoro como este, siempre tienen dos trayectorias: para el ganador es un punto de partida y para el perdedor, significa una salida. Pero no es el caso de alemanes y españoles, cuyo mayor objetivo, seguirá siendo el trabajo de las categorías inferiores. Las grandes escuelas de futbol alcanzan madurez, títulos y honores con los triunfos de los mayores, pero es en sus selecciones menores, donde se pone la primera piedra.
El trabajo de alemanes y españoles seguirá siendo el trabajo de sus inferiores