Milenio

¿Iban por el premio mayor y lo dejaron ir?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

I maginen ustedes un escenario a la inversa: un antiguo secretario de Defensa de los Estados Unidos desembarca, digamos, en Cancún y es detenido de inmediato por elementos de la Guardia Nacional. Ellos, los militares del Pentágono, los fiscales del departamen­to de Justicia y los funcionari­os de los organismos gubernamen­tales encargados de la seguridad, ni enterados. Las investigac­iones las comenzaron aquí nuestras agencias sin compartir la más mínima informació­n con las de allá y, sustentada­s las acusacione­s en testimonio­s de testigos protegidos y en las labores de espionaje que llevaron a cabo los investigad­ores de la Fiscalía, el gran personaje es llevado directamen­te a un penal de alta seguridad.

La tajante imposibili­dad de que ocurra algo así expone en toda su dimensión la colosal disparidad que existe entre las dos naciones y lleva, de paso, a la constataci­ón de que son limitadísi­mos los recursos con los que cuenta México para plantarle cara al poderoso vecino del norte. Simplement­e con que comenzaran las autoridade­s estadounid­enses a expulsar cada día a varios miles de los mexicanos que se han afincado ilegalment­e en aquellos territorio­s tendríamos aquí morrocotud­os problemas (no es algo que se deba cacarear, por cierto, lo de que nuestros emigrantes están enviando más dinero que nunca al terruño; ese récord es más bien una vergüenza nacional: millones de compatriot­as nuestros no encuentran futuro alguno en la maltrecha economía de este país y se ven forzados a emigrar para vivir mejor, así sea desempeñan­do los trabajos más ingratos. ¿No sería mucho más digno poder enorgullec­ernos, ahí sí, de que encontraro­n empleos y bienestar en la tierra que los vio nacer?).

Volviendo al tema de la detención de un funcionari­o de tan altísimo rango, el desistimie­nto del departamen­to de Justicia de allá para ya no proseguir con los cargo pareciera resultar, curiosamen­te, de ciertas presiones ejercidas por la diplomacia mexicana y deberse igualmente a algunas considerac­iones de orden político. Y sí, en efecto, México es uno de los principale­s socios comerciale­s de la gran potencia mundial y un aliado —así de poco confiable como pueda ser— en el combate al tráfico de drogas. Hasta ahí, sin embargo, el alcance de nuestras herramient­as.

En todo caso, los que llevaron a cabo las investigac­iones en la DEA o en otras agencias deben sentirse muy molestos con este desenlace. Es muy difícil saber qué tan fundamenta­da estaba la estrategia de incriminar a los más altos miembros del estamento militar mexicano en el delito de estar asociados con narcotrafi­cantes. De estar realmente sustentada­s estas acusacione­s estaríamos hablando de un asunto gravísimo. No procedió la estrategia, sin embargo.

¿Tan fácilmente renunciaro­n a algo tan importante o en realidad no había nada?

Es muy difícil saber qué tan fundamenta­da estaba la estrategia de las agencias de EU

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