¿Iban por el premio mayor y lo dejaron ir?
I maginen ustedes un escenario a la inversa: un antiguo secretario de Defensa de los Estados Unidos desembarca, digamos, en Cancún y es detenido de inmediato por elementos de la Guardia Nacional. Ellos, los militares del Pentágono, los fiscales del departamento de Justicia y los funcionarios de los organismos gubernamentales encargados de la seguridad, ni enterados. Las investigaciones las comenzaron aquí nuestras agencias sin compartir la más mínima información con las de allá y, sustentadas las acusaciones en testimonios de testigos protegidos y en las labores de espionaje que llevaron a cabo los investigadores de la Fiscalía, el gran personaje es llevado directamente a un penal de alta seguridad.
La tajante imposibilidad de que ocurra algo así expone en toda su dimensión la colosal disparidad que existe entre las dos naciones y lleva, de paso, a la constatación de que son limitadísimos los recursos con los que cuenta México para plantarle cara al poderoso vecino del norte. Simplemente con que comenzaran las autoridades estadounidenses a expulsar cada día a varios miles de los mexicanos que se han afincado ilegalmente en aquellos territorios tendríamos aquí morrocotudos problemas (no es algo que se deba cacarear, por cierto, lo de que nuestros emigrantes están enviando más dinero que nunca al terruño; ese récord es más bien una vergüenza nacional: millones de compatriotas nuestros no encuentran futuro alguno en la maltrecha economía de este país y se ven forzados a emigrar para vivir mejor, así sea desempeñando los trabajos más ingratos. ¿No sería mucho más digno poder enorgullecernos, ahí sí, de que encontraron empleos y bienestar en la tierra que los vio nacer?).
Volviendo al tema de la detención de un funcionario de tan altísimo rango, el desistimiento del departamento de Justicia de allá para ya no proseguir con los cargo pareciera resultar, curiosamente, de ciertas presiones ejercidas por la diplomacia mexicana y deberse igualmente a algunas consideraciones de orden político. Y sí, en efecto, México es uno de los principales socios comerciales de la gran potencia mundial y un aliado —así de poco confiable como pueda ser— en el combate al tráfico de drogas. Hasta ahí, sin embargo, el alcance de nuestras herramientas.
En todo caso, los que llevaron a cabo las investigaciones en la DEA o en otras agencias deben sentirse muy molestos con este desenlace. Es muy difícil saber qué tan fundamentada estaba la estrategia de incriminar a los más altos miembros del estamento militar mexicano en el delito de estar asociados con narcotraficantes. De estar realmente sustentadas estas acusaciones estaríamos hablando de un asunto gravísimo. No procedió la estrategia, sin embargo.
¿Tan fácilmente renunciaron a algo tan importante o en realidad no había nada?
Es muy difícil saber qué tan fundamentada estaba la estrategia de las agencias de EU