Fadanelli
“Hicimos una buena amistad, de personas que no fingían, ni estamos haciendo política ni queríamos un lugar en la literatura, nada, y creo que nació una solidaridad importante...”, relata el escritor sobre el poeta
Entonces entra en un problema con Carlos —que tampoco cantaba mal las rancheras— y lo amenazó. Me contó que lo había ido a amenazar Samuel, y yo le dije: ‘la próxima vez que venga Samuel, me lo detienes, porque él y yo nos debemos una pelea’. Eran mis tiempos salvajes, ahora soy un caballero, casi un valet parking que nunca chocará a otro auto.
Cuarto round
Fadanelli volvió a ver a Samuel en Casa Lamm, durante la presentación de un libro de Leonardo Da Jandra.
“Leonardo ejercía algo parecido a lo que yo ejercía sobre Samuel: una especie de camaradería o fraternidad sin ambigüedades. Te debe parecer primitivo que lo diga, porque la violencia debe ser el último recurso o debe estar borrada de nuestro horizonte, pero Samuel siempre te provocaba, y tanto Da Jandra como yo podíamos con él, y sin embargo percibíamos, o al menos yo —espero que Da Jandra también— un alma de niño, una especie de orfandad metafísica, así le diría yo, y de pronto encontré en él una persona nobilísima, un niño dispuesto a la charla, a confesarte los odios contra su padre, su vida difícil.
“Además, con Da Jandra tenía la particularidad de que Leo, siendo tan viejo (no viejo pero le llevaba 20 años), le daba consejos, consejos de padre porque Leonardo siempre tiene esa palabra de predicador y sacerdote, y Samuel se sentía muy cómodo junto a alguien que lo quisiera llevar al buen camino.
“Pero el buen camino y Samuel Noyola estaban divorciados desde que nació, por eso sus buenos poemas, y entonces hicimos una buena amistad, de personas que no fingían, ni estamos haciendo política, ni queríamos un lugar en la literatura, nada, y creo que nació una solidaridad importante y recuerdo que en este lugar en Álvaro Obregón, Casa Lamm, ahí estaba la izquierda exquisita, estaban las señoras copetudas dándonos la bendición de la cultura y el dinero de sus maridos y en fin, estaba lleno ahí y en eso aparece la sombra de una figura recia: Samuel, y nos pone en la mesa una botella de Tonayán, una cosa horrorosa y yo de inmediato di un trago y le dije: ‘gracias, Samuel, que apareciste en el momento adecuado’.
“A partir de ahí, ya tuvimos una paz perpetua”.