«Perdimos nuestro empleo», el empujón para saltar al Atlántico
Alberto Rojas Mogán
Un pescador de Arguineguín, con su gorra de Popeye y su cadena de oro al cuello, sentencia desde el espigón con su mirada de los mil metros hacia el horizonte: «Esto se acabó durante unos días. Ha cambiado la dirección del viento no creo que hayan salido pateras en estas condiciones».
– ¿Y si lo han hecho?
– Si lo han hecho están muertos y aún no lo saben.
El viejo lobo de mar canario remataencogiéndosedehombrossu definición de ruleta rusa marítima en la ruta más peligrosa del mundo, donde muere, que se sepa, de un 5% a un 7% de todo aquel que intenta embarcarse hacia las islas.
Ese viaje lo hicieron hace unas semanas Jean, Mamadú, Phillipe,
Abdel y Louis, cinco amigos senegaleses que pasan la mañana en el espigón de Puerto Rico; en ese viaje emplearon siete días para llegar hasta Gran Canaria.
– ¿Qué os ha traído hasta aquí? – En Senegal perdimos nuestro empleo. Tenemos amigos y familiaresaquíqueenvíandineroacasa y queremos hacer lo mismo. –¿Porquéperdisteiselempleo? – El confinamiento y el virus acabó con la actividad. El país está paralizado.
De los cinco amigos, dos trabajaban en la construcción, uno era carpintero y los otros dos, pescadores. Trabajos todos ellos sin nóminas, de pago en mano, día a día. Pura economía informal, como sucedeenlagranmayoríadepaíses delcontinente,salvoenlasoficinas de las grandes empresas. Del 60% al 80% de ese ingreso básico se dedica a la alimentación de la familia. «Dejar de recibir un salario es dejar de comer». El que explica todo es Louis, el mayor de ellos y el que más rápido ha aprendido a hablar el español. «Tengo que aprenderlo porque quiero trabajar como cocinero en la ciudad de Málaga, que es lo que hace mi hermano mayor».
El caso de este quinteto de Dakar no es una excepción en la juventud de muchos países africanos. El virus ha golpeado con dureza en Europa, pero ha resultado devastador en África. Aquí tenemos ERTE, prestaciones de desempleoyteletrabajo.Allíesoesuna quimera. Esta crisis representa, de facto, la primera gran recesión en 25 años. Ellos son los hijos de esta quiebra. Según la Agencia Nacional de Estadística y Demografía de Senegal, un 36% de los «cabezas de familia» perdió su empleo por culpadelapandemia,mientrasqueun 85%deloshogareshansufridouna pérdida drástica de ingresos. Y eso, sólo en Senegal.
El continente, que antes del Covid contaba con ocho de las 15 economías con un crecimiento más acelerado del mundo, se ha hundido más que ninguno a pesar de dar mejores datos de contagios y