Jordi Soler
“El hallazgo de los Andes sugiere que no existe el sexo débil”
Cazadores y recolectoras. Así era la división sexual del trabajo en la prehistoria. Los hombres salían armados a cazar un bisonte para alimentar a la tribu, mientras las mujeres recolectaban bayas y frutos alrededor de la casa, y mantenían a punto el fuego y a raya a su prole.
Esto es lo que, a lo largo de la historia, se ha enseñado en escuelas y liceos, a todos los miembros de la especie: el hombre sale a jugarse la vida por su familia, a enfrentarse con una bestia peligrosa en lo que la mujer, en su confortable burbuja doméstica, recolecta y juega con los niños.
Con esta información troquelada, durante miles de años, en la memoria colectiva universal, resulta muy natural pensar que el hombre es fuerte y la mujer débil, que el trabajo del hombre es más importante que el de la mujer, que el hombre es más inteligente porque necesita implementar estrategias para enfrentarse a los peligros de la vida, y un largo etcétera que nos viene a decir, y a reconfirmar a lo largo de los siglos, que el hombre es superior a la mujer.
Hace unos días conocimos la noticia de un hallazgo que contradice esta información milenaria: los restos de una mujer en los Andes, de 8,000 años de antigüedad y entre 17 y 19 de edad, que tiene un tremendo juego de lanzas para cazar animales.
Esta mujer de los Andes era cazadora, no recolectora, y no es difícil que mientras ella se batía contra un búfalo, o lo que hubiera entonces en aquella cordillera, su pareja, o su hermano y su padre, recolectaran frutos y bayas sin alejarse mucho de la burbuja doméstica. Nada impide amamantar a un niño y, inmediatamente después, salir con las lanzas a cazar un búfalo, y luego arrastrarlo hasta la casa durante muchos kilómetros, o despiezarlo y cargarlo a trozos, lo cual implica una fuerza considerable.
Qué distinto sería el mundo si, durante miles de años, nos hubieran contado lo que el hallazgo de los Andes sugiere: que los hombres y las mujeres cazaban juntos, que se repartían las tareas domésticas y que no existe el sexo débil.
Nada impide amamantar a un niño y, después, salir con las lanzas a cazar