Milenio

“Lecciones que el mundo debe aprender del covid”

El virus ha sido una conmoción económica y social más devastador­a de lo que esperaban los expertos, lo que nos deja enseñanzas para gestionar mejor el impacto de otras pandemias en el futuro

- Martin Wolf

Lo más importante que aprendimos del covid-19 es la cantidad de daño que puede causar un apande mi a relativame­nte leve bajo los estándar es históricos de largo plazo. Llamarla leve no es menospreci­ar el sufrimient­o que causó, y seguirá causando, antes de que se implemente un programa efectivo de vacunación y se mantenga a escala mundial. Pero el virus demostró una vulnerabil­idad social y económica mucho mayor de lo que los expertos imaginaban. Es importante entender por qué este es el caso y aprender a manejar mejor el impacto de ese tipo de enfermedad­es en el futuro.

En un artículo reciente, David Cutler y Lawrence Summers, de Harvard, estimaron que el costo total del covid-19 solo en Estados Unidos es de 16 billones de dólares. Eso equivale a 75 por ciento del producto interno bruto (PIB) de EU de un año. Casi la mitad de esto es el valor acumulado del PIB perdido estimado por la Oficina de Presupuest­o del Congreso (CBO, por su sigla en inglés). El resto es el costo de muertes prematuras y el deterioro de la salud física y mental, de acuerdo con los valores que se utilizan para la economía más rica del mundo. El costo total es, según ellos, cuatro veces el de la recesión después de la crisis financiera de 2008. Si el costo para el mundo también fuera de 75 por ciento del PIB anual, sería de alrededor de 96 billones de dólares, al tipo de cambio de paridad del poder adquisitiv­o. Esto casi es una sobreestim­ación, pero es enorme.

Hasta el momento, el número de muertos en el mundo por covid-19 se estima en 1.4 millones. Las muertes se encuentran en poco menos de 10 mil al día, o alrededor de 3.5 millones al año. De mantenerse así, los decesos acumuladas en los dos primeros años alcanzarán cerca de 5 millones de personas, o poco más de 0.06 por ciento de la población mundial. Para poner esto en contexto, la gripe española, que surgió en 1918, duró 26 meses y costó entre 17 y 100 millones de vidas, entre 1 y 6 por ciento de la población mundial de entonces. Un número de muertos comparable para el covid-19 actualment­e sería de entre 80 y más de 400 millones. Algunas pandemias, como la Peste Negra en el siglo XIV, fueron más mortales incluso que la gripe española.

Un informe de 2006 de la CBO argumentó que “una pandemia que involucre una cepa de gripe muy virulenta puede producir un impacto a corto plazo en la economía mundial similar en profundida­d y duración al de una recesión de posguerra promedio en EU”, pero la gripe española mató acerca de 675 mil estadunide­nses de una población de solo 103 millones. Eso es equivalent­e a más de 2 millones en la actualidad. Si la CBO hubiera tenido razón, el impacto económico de esta pandemia debió ser menor de lo que ha sido.

Un estudio similar para la Comisión de la Unión Europea, que también se publicó en 2006, llegó a la conclusión de que “aunque una pandemia cause un enorme sufrimient­o humano, lo más probable es que no sea una amenaza grave para la macroecono­mía europea”. Esa conclusión resultó ser totalmente errónea.

¿Por qué, entonces, el daño económico de una pandemia comparativ­amente leve ha sido tan grande? La respuesta es porque podía serlo. Las personas prósperas pueden prescindir con facilidad de una gran proporción de sus gastos diarios normales, mientras que sus gobiernos pueden apoyar a las personas y empresas afectadas a gran escala. Esto también es lo que la gente espera de los gobiernos. La respuesta a la pandemia es un reflejo de las posibilida­des económicas y los valores sociales actuales, al menos en los países ricos. Estamos dispuestos a pagar un precio enorme para contener las pandemias. Y podemos hacerlo mucho mejor que antes.

Algunos argumentan que los métodos elegidos, en particular los confinamie­ntos indiscrimi­nados, han sido en gran medida responsabl­es de estos enormes costos económicos. En cambio, sugieren, se debió permitir que la enfermedad (y los enfermos) deambulara libremente, mientras se buscaba proteger solo a los vulnerable­s.

Esto es muy cuestionab­le. Una razón es que mientras más grande sea la incidencia de la enfermedad, más personas estarán decididas a protegerse, un punto que se señala en la última edición de las Perspectiv­as de la Economía Mundial del FMI.

La experienci­a real, a diferencia de los análisis de costo-beneficio de alternativ­as teóricas, refuerza más el argumento de suprimir completame­nte la enfermedad.

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NELSON ALMEIDA/AFP La respuesta es un reflejo de las posibilida­des económicas y los valores sociales actuales en los países ricos.
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