“… y los sueños, sueños son”
López Obrador ha venido diciendo que tiene la legítima ambición de pasar a la historia como uno de los mejores presidentes de México.
Es tan lícito como natural ese deseo en quienes ejercen el poder, pero darlo a conocer de manera sentenciosa termina siendo un saludo a Perogrullo, y otro distractor más para no rendir cuentas sobre las trastadas cotidianas que comete.
Si revisamos lo dicho y hecho por los gobernantes que en el mundo han sido, hallaremos entre ellos más diferencias que las imaginables, pero una coincidencia: casi todos dijeron, de una u otra manera, estar consagrados a servir apasionadamente a su pueblo, por lo cual se creyeron merecedores de ser alabados a perpetuidad.
Pero algo tiene el poder, en todas sus manifestaciones, que suele ser degradado por una de las enfermedades más perniciosas para el alma de los seres humanos: el narcisismo. Y entre menor sea la capacidad intelectual del poderoso, mayor será el número de bribones de los que se rodeé para ser ensalzado “a ciegas”, llevándolo a un grado de egocentrismo en el que sus desfiguros no tengan límite.
Sin embargo, debemos reconocer que no pocos de los asignados como héroes, según la mentirosa historia oficial, aunque carguen en sus respectivos costales todo tipo de bellaquerías, embustes y traiciones (algunos de ellos con más asesinatos que Guzmán Loera o López-Gatell) tuvieron, al menos, el decoro de respetarse en cierta medida. Cuidaron las formas, su lenguaje, su vestimenta y de alguna manera su investidura. Ninguno de ellos merece ser recordado como un payaso.
Hoy en día, desde el más alto nivel de gobierno hasta la Cámara baja… baja…baja, lo común es lo corriente, vulgar y ordinario (dicho en el sentido peyorativo); la patanería de cuarta recorre al país por los cuatro puntos cardinales.
Difamar a quienes piensan distinto, el atropello siniestro, impune y permanente a las leyes; y las decisiones que responden solo a su propósito de dominio, abonan día con día al recrudecimiento de los problemas nacionales.
Sus mañaneras son un canto a la ignominia y a la arrogancia desenfrenada; y desnudan grotescamente al monarca. En síntesis: poco cerebro, poca cultura; mucho odio, total incompetencia, ningún señorío y gran perversidad.
Trátese de estado de derecho, seguridad, salud y pandemia, niños con cáncer, ataques a mujeres, muertes violentas, economía, empleo, número de pobres, cultura, corrupción, energías limpias, confianza internacional en México, y un largo etcétera: en todo vamos peor.
Presidente: cuando ya no pueda usurpar los recursos públicos con fines electorales y pierda el púlpito de Palacio, cuando crezca la desesperación de los sin futuro, el de usted no será el que desea. No se engañe, “obras son amores…”; recuerde a Calderón de la Barca: “…y los sueños, sueños son”.