Tardío pero oportuno: Maupassant
¿Cómo reconocer la verdad? No sabemos con certeza y a pesar de ello, esperamos algo
Hay médicos notables en la historia literaria que examinan, aparte del cuerpo, lo que aqueja al alma. Están el Doctor Faustus de Christopher Marlowe, el Doctor Zhivago de Borís Pasternak (que cinematográficamente dirige David Lean) y El Doctor Héraclius Gloss (editorial Periférica), escrito por Guy de Maupassant (1850-1893), que junto con Émile Zola, Gustave Flaubert, Iván Turguénev y Henry James es reconocido por sus novelas desde aquella época. Además, todos estos nombres tienen en común que continúan siendo leídos. Librepensadores, algunos aristócratas, con educación religiosa o contra de ella, marcaron un hito sobre la novela clásica, contemporánea y moderna. En especial Maupassant, cuyo personaje Héraclius Gloss revela la importancia del ingenio y la virtud. Quien, abocado a los problemas filosóficos en general, descubre “la metempsicosis”. La creencia metempsicosista tiene como fundamento la transmigración del alma, o sea, la reencarnación incesante para llegar al momento donde se alcanza una purificación terrestre que conduce a un mundo superior. Así, el Doctor Gloss imagina genealogías inverosímiles y disparatadas que, sin embargo, son el fundamento inapelable de una doctrina milenaria. Propietario de un inestimable manuscrito anónimo, lleva a cabo sorprendentes descubrimientos cada vez que lo lee y decide emprender la búsqueda del autor. Víctima de la ciencia y de la fe, en sus indagaciones toma el riesgo de enloquecer: empieza a adquirir los hábitos del fanáticoque antes del remordimiento por tardar en profesar religión alguna, lamenta haber vivido ignorándola hasta entonces. ¿Cómo reconocer la verdad? No sabemos con certeza y, a pesar de ello, esperamos algo.