Biden tiene prisa
El sábado pasado, Biden cumplió apenas un mes como presidente. Treinta días que pueden interpretarse como el primer paso, el arranque, de su Administración en un camino de, por lo menos, cuatro años.
Muchos pensarán que habría que tomarla con calma, terminar con los festejos por haberse impuesto a un Trump caprichoso y ponzoñoso; confiarse que habrá tiempo para proponer leyes a un Congreso donde los demócratas tienen mayoría en la Cámara de Representantes y “la mitad más uno” en el Senado.
Biden tiene reconocimiento internacional y un índice de aprobación entre los estadunidenses de 54.8 por ciento, similar a sus antecesores —desde Ronald Reagan— cuando llevaban 28 días en la Casa Blanca. Hay dos excepciones: Trump, que tuvo en el mismo periodo 44.5 por ciento y Obama, que alcanzó 63.9 por ciento.
Pero hay una gran diferencia, desde su guerra civil Estados Unidos nunca ha estado tan dividido, dolido y resentido. No lo olvidemos, Biden rompió dos récords: como el candidato que más votos ha recibido a su favor…..y en contra.
Por eso, Biden sabe que no tiene tiempo. Va en una carrera a contrarreloj. Trump no está retirado ni vencido. Tiene sed de revancha y las próximas elecciones ya están a la vuelta de la esquina: noviembre del próximo año.
Apenas una pausa para que los demócratas, encabezados por Biden y Kamala, traten de mantenerse en la preferenciadelelectoradoynobajenlaguardiaporqueenun respiro, ya estaremos inmersos en las precampañas.
Por eso deben mostrar resultados. Por eso, Biden se ufanó ayer que ya fueron vacunados 50 millones de norteamericanos desde su llegada a la Casa Blanca, dos semanas antes de la fecha prometida (100 millones en cien días. Un millón diario). Una bandera electoral izada por todo lo alto. Por eso, a cuanto resultado positivo tengan (en empleo, economía, dominio del covid, migrantes, reposicionamiento mundial…), Biden y los demócratas están obligados a interponer grandes lentes de aumento entre esos logros y el electorado. Ya se sabe: la gallina, entre más cacarea, más atención tiene del granjero.
Y también, a poner velos cuando se asome algún fracaso. Que no nos extrañe, es parte de los trucos de ilusionismo empleados por los políticos para filtrar la verdad en un galimatías y así, la distorsión domine.
Lo saben los demócratas. Y lo invocan los republicanos que emplearán esas lupas y esos mantos en sentido inverso: las primeras para sobredimensionar los gazapos de Biden y los segundos, para opacar los avances de la Casa Blanca.
Haymuchoenjuego.Bidenlosabe.Porunlado,secambiará la totalidad de la Cámara de Representantes —ahí, los demócratas deben mantenerse como mayoría— y en el Senado, se renovarán 34 asientos —20 republicanos y 14 demócratas—, algunos de ellos de estados como Florida, Georgia, Nevada y Pensilvania, que pueden darle el control de esa Cámara a cualquiera de los dos partidos.
Por eso tiene Biden prisa, debe mostrar y convencer; neutralizar a los republicanos para tener los dos últimos años de su mandato con el dominio en el legislativo para que le dé luz verde a sus proyectos y así, retener en 2024 la presidencia para los demócratas (él tendrá para entonces 81 años y en mayo pasado dejó entrever la posibilidad de no postularse).
Pero Trump también. Este domingo reaparecerá en público en la Conferencia de Acción Política Conservadora. Y no será para mostrarse conciliador y sumiso.
Sabe que no tiene tiempo. Va en una carrera a contrarreloj; Trump no está retirado ni vencido