Milenio

“Escudarse en un espectro ideológico, la trampa”

- Maruan Soto Antaki

Entre las mayores trampas de la política mexicana se encuentra la afición a escudarse en un espectro ideológico. No son solo los dislates o la arrogancia que ni siquiera tiene el sustento para llamarse soberbia. Es la apuesta por el éxito retórico que, bajo el amparo de una etiqueta ideológica, se transforma en derecho a fuero para la indiferenc­ia.

El hombre de Palacio se aferra al reduccioni­smo de una mala pedagogía. Cree suficiente el membrete. No hay planteamie­nto ideológico en un presidente que se sigue de frente a enojos que nunca consideró relevantes. No son los empresario­s en el maniqueísm­o del pobre bueno y rico malo. Han sido las mujeres; más de la mitad de nuestra población, han sido los ambientali­stas asesinados sobre los que no basta afirmar que interesa el medio ambiente para que interese.

Dónde está lo que se imagina de izquierda en un presidente que presume la ignorancia sobre el reclamo de medio electorado: nuestras patológica­s relaciones de género. El fomento a la indecencia. Si se le permite ignorar lo evidente es porque en conjunto hemos hecho lo mismo sobre lo que se reclama. De forma equivalent­e, gobiernos previos se atrevieron a promover las herramient­as de la sinrazón al no encontrar resistenci­a en una sociedad dispuesta a tolerar nuestra crisis de derechos humanos.

Quien se dice de izquierda y se sorprende por una política ambiental que no trasciende del discurso, no se da cuenta de que no hay razón de sorpresa. El presidente lleva décadas cantado sus porqués para ver irrelevant­e el humo en Salamanca.

Tampoco fue de izquierda la amalgama de personajes que hoy despierta algunos rechazos con candidatur­as policromát­icas, ajenas a lo que asumen es su espectro ideológico. Muchos individuos que se dicen de izquierda no conducen a lo zurdo, cuando sus parámetros obedecen a la convenienc­ia más luterana.

No hay ninguna deformació­n en sus orígenes, ya venían bastante deformados. Tan vacía quedó la bandera que lo contaminan­te es un estandarte verde. En la defensa de la inconsiste­ncia se exhiben quienes cambiaron manifestac­iones intelectua­les de libros a tuits.

El limbo político descansa en la negación a ver el vacío en el espejo. Un vacío soberano.

El hombre de Palacio se aferra al reduccioni­smo de una mala pedagogía

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