“Escudarse en un espectro ideológico, la trampa”
Entre las mayores trampas de la política mexicana se encuentra la afición a escudarse en un espectro ideológico. No son solo los dislates o la arrogancia que ni siquiera tiene el sustento para llamarse soberbia. Es la apuesta por el éxito retórico que, bajo el amparo de una etiqueta ideológica, se transforma en derecho a fuero para la indiferencia.
El hombre de Palacio se aferra al reduccionismo de una mala pedagogía. Cree suficiente el membrete. No hay planteamiento ideológico en un presidente que se sigue de frente a enojos que nunca consideró relevantes. No son los empresarios en el maniqueísmo del pobre bueno y rico malo. Han sido las mujeres; más de la mitad de nuestra población, han sido los ambientalistas asesinados sobre los que no basta afirmar que interesa el medio ambiente para que interese.
Dónde está lo que se imagina de izquierda en un presidente que presume la ignorancia sobre el reclamo de medio electorado: nuestras patológicas relaciones de género. El fomento a la indecencia. Si se le permite ignorar lo evidente es porque en conjunto hemos hecho lo mismo sobre lo que se reclama. De forma equivalente, gobiernos previos se atrevieron a promover las herramientas de la sinrazón al no encontrar resistencia en una sociedad dispuesta a tolerar nuestra crisis de derechos humanos.
Quien se dice de izquierda y se sorprende por una política ambiental que no trasciende del discurso, no se da cuenta de que no hay razón de sorpresa. El presidente lleva décadas cantado sus porqués para ver irrelevante el humo en Salamanca.
Tampoco fue de izquierda la amalgama de personajes que hoy despierta algunos rechazos con candidaturas policromáticas, ajenas a lo que asumen es su espectro ideológico. Muchos individuos que se dicen de izquierda no conducen a lo zurdo, cuando sus parámetros obedecen a la conveniencia más luterana.
No hay ninguna deformación en sus orígenes, ya venían bastante deformados. Tan vacía quedó la bandera que lo contaminante es un estandarte verde. En la defensa de la inconsistencia se exhiben quienes cambiaron manifestaciones intelectuales de libros a tuits.
El limbo político descansa en la negación a ver el vacío en el espejo. Un vacío soberano.
El hombre de Palacio se aferra al reduccionismo de una mala pedagogía