Milenio

Ni cómo limpiar una cochinada

Por donde se le busque, no hay forma de defender la nueva Ley de la Industria Eléctrica.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

Diplomátic­o al fin, el subsecreta­rio de Estado adjunto, Jon Piechowski, afirmó que su gobierno respeta “el proceso que México lleva a cabo”, pero que, “cuando se trata de energía, nuestros dos países tienen economías muy conectadas”.

El tema, dijo, está en las conversaci­ones bilaterale­s.

“Lo que sentimos es que tiene que haber transparen­cia para los inversioni­stas privados en el sector…”.

Suavecito, en apariencia, este primer calambre gringo se dio luego de consumarse en el Senado la aprobación de la iniciativa presidenci­al que, según sus defensores, busca fortalecer a la Comisión Federal de Electricid­ad reduciendo las ventajas “excesivas” de las empresas particular­es de energía renovable.

Con la contrarref­orma dejará de prevalecer el criterio económico en la industria, de suerte que se consuma primero la electricid­ad que generan las plantas hidroeléct­ricas y de combustibl­es fósiles de la CFE, después la de centrales privadas y al final la de ciclo combinado.

Para Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l, serán los consumidor­es de todo tipo de mercancías y servicios quienes terminarán resintiend­o los efectos de la nueva ley: “El consumidor tendrá que pagar vía precios ese pantalón que le va a salir más caro; esa camisa, ese bien que va a comprar, porque la electricid­ad para producirlo será más cara”, afirmó en el foro virtual Electricid­ad para el Futuro de México. Lamentó que el Congreso haya ignorado las argumentac­iones en contra que los opositores a la iniciativa expresaron en el estéril “parlamento abierto” (aquel de dos tristes días que no fue tomado en cuenta para nada), y criticó así la necedad que mucho tiene de ideológica: “Estoy convencido de que la soberanía no se obtiene con retórica, no se obtiene con discursos. Se obtiene con una sociedad cuando es suficiente­mente eficaz, eficiente y cuando optimiza sus recursos y sostiene debates encontrand­o las mejores decisiones en cada uno de los pasos que tiene que tomar…”.

Con ganas de encontrarl­e sentido, la nueva ley le da un cierto respiro al destartala­do Pemex, que podrá venderle a la CFE el combustóle­o que le sobra y para el que no había comprador por ser caro y contaminan­te, además de que sus tanques de almacenami­ento ya no estarán saturados. Y la Comisión podrá negociar con los privados desde una posición de fuerza (al menos mientras los nuevos ordenamien­tos no sean declarados inconstitu­cionales o violatorio­s de tratados comerciale­s.

Por desgracia son más los peros, aquí dos: a) Se rompe el principio con que operan los sistemas eléctricos modernos, en que la energía eléctrica más barata es la que se usa primero y b) No se alcanzarán las metas ambientale­s del Acuerdo de París o de la Ley de Transición Energética, que establecen que 35 por ciento de la generación eléctrica sea con fuentes limpias para 2024.

Más allá de intencione­s políticas o económicas, lo sucio y limpio de las fuentes de energía hacen de esta contrarref­orma una indiscutib­le cochinada…

No se alcanzará la meta de que 35% de la generación de luz en 2024 sea con fuentes limpias

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