Milenio

Paréntesis

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Un paréntesis es un espacio crítico”, observó Aurelio Asiain, fundador de la revista Paréntesis. “Abrimos un paréntesis para matizar, para dudar, para preguntar, para separarnos por un momento de lo que pasa”. El paréntesis está siempre al interior de algo: hace un aparte en medio de lo que lo rodea para pausar y reflexiona­r, y mirar hacia fuera. Ida Vitale escribió un poema llamado

que comienza así: Cuando la cerrazón arrecie abre paréntesis, signo tibio, casa frágil, que no tiene más techo que el cielo imaginado. Ambos autores subrayan el carácter liberador del paréntesis. Sugieren que debemos saber abrir un paréntesis en nuestras vidas, sobre todo cuando nuestro entorno nos abruma.

El cuadro llamado La torre de la mezquita de Koutoubia, pintado por Winston Churchill, es un paréntesis. Un paréntesis en medio de la guerra y la destrucció­n. Es la única pintura que hizo Churchill entre 1939 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. Churchill pintó ese óleo en los alrededore­s de Marrakech, a las puertas del Sahara, mientras dirigía en Europa a los países que luchaban contra Hitler. Era la conflagrac­ión más grande y más sangrienta que había conocido la humanidad. Pero él mismo abrió un espacio para dedicarlo a la pintura, que ejerció con talento y que aconsejó a quienes tuvieran un ritmo de trabajo abrumador, como una forma de distensión.

Churchill descubrió Marruecos en 1935. Quedó hechizado con la calidad de la luz, que sabía apreciar a través de la pintura. Fue él mismo desde joven un gran escritor, pero empezó a pintar ya grande, a los 40 años, durante la Primera Guerra Mundial. Realizó más de 500 cuadros a lo largo de su vida. En enero de 1943, tras haber protagoniz­ado la conferenci­a de Casablanca, en Marruecos, convenció al presidente Franklin D. Roosevelt de viajar a Marrakech, para ver el sol caer tras los Montes Atlas. Su estancia en la ciudad fue registrada por la pintura arenosa y cálida de la mezquita de Koutoubia, realizada al día siguiente de la partida de Roosevelt. En la conferenci­a de Casablanca, ambos líderes acababan de exigir la rendición incondicio­nal de Alemania, Italia y Japón, declaració­n que habría de tener un impacto muy profundo en la vida de todo el mundo.

Churchill regaló el cuadro a Franklin D. Roosevelt, como un recuerdo de sus días en Marruecos. El hijo de Roosevelt, a su vez, lo vendió a un productor de cine en la década de los 60. La pintura, eventualme­nte, llegó a Nueva Orleans, donde estuvo guardada en el vestidor de la casa de una familia por más de medio siglo, hasta que uno de sus miembros contactó a la galería M. S. Rau. El actor Brad Pitt compró a la galería el cuadro, que le regaló en 2011 a Angelina Jolie. Tras su separación, el cuadro fue vendido por Jolie.

La pintura de Churchill acaba de ser subastada este lunes en 11.5 millones de dólares, por la casa Christie’s. Es claro que su valor comercial depende sobre todo de su autor y de su historia. Pero tiene un valor más, de orden moral, que es el del paréntesis. No nos dejemos abrumar por todo lo que ocurre: abramos un paréntesis para voltear hacia arriba y mirar al cielo.

La pintura de Churchill acaba de ser subastada en 11.5 millones de dólares por la casa Christie’s

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