A 25 años de la masacre de Dunblane
Afinales de los años noventa del siglo pasado, un hombre envió una carta mecanografiada a la reina de Inglaterra, en la que señalaba: “He estado involucrado en la organización de clubes de actividades deportivas de niños por más de 20 años, pero los rumores que circulan entre los funcionarios de la Asociación de Scouts han alcanzado proporciones epidémicas en la región. Además de mi angustia personal y el daño a mi reputación, esta situación también ha provocado la pérdida de mi negocio y de la forma de ganarme la vida. De hecho, ni siquiera puedo caminar por las calles por miedo al ridículo”.
Su Majestad, por supuesto, no respondió la misiva. Sin embargo, para el remitente la negativa significó que, en definitiva, no recibiría ayuda y que debía rascarse con sus propias uñas.
Solterón amargado, con un pasatiempo deleznable: fotografiar desnudos a algunos de los menores scout, conducta que a fin de cuentas le costó que lo expulsaran de la Asociación, sin los ingresos que le proporcionaban sus tiendas de artículos domésticos, aplastado por el estrés, señalado por la sociedad y con un resentimiento hacia la humanidad, Thomas Hamilton tomó la peor decisión de su vida.
En la mañana del miércoles 13 de marzo de 1996, Mr. Creepy (Señor Bicho Raro, como niños y adolescentes apodaban a Hamilton), de 43 años, salió de su casa en Kent Road –concejo de Stirling, Escocia–, condujo unos 8 km hacia el norte hasta llegar a Dunblane.
Cerca de las 9:30 horas, estacionó su camioneta blanca a un costado de la escuela primaria de la localidad. De ahí caminó hacia el noroeste, cerca de los baños y el gimnasio de la escuela.
Hamilton iba armado con dos pistolas Browning HP de 9 mm y dos revólveres Smith & Wesson M19.357 Magnum, además de 743 cartuchos de munición. En el gimnasio comenzó la masacre.
El terror duró entre tres y cuatro minutos, tiempo suficiente para matar a 16 niños, la mayoría de cinco años, y a la maestra Gwen Mayor. Treinta y dos personas sufrieron heridas de bala.
Cuando Hamilton escuchó las sirenas de ambulancias y policía, reconoció que no podía infligir más daño. Se colocó en la boca el cañón de una de sus pistolas y apretó el gatillo.
La Masacre de Dunblane es el peor asesinato masivo que ha ocurrido en el Reino Unido.