Ventajas de tener enemigos
El cartujo se devela leyendo Sobre el inconveniente de tener muchos amigos (Ariel, 2021), una selección de los diversos tratados contenidos en los Moralia, de Plutarco.
El célebre historiador y filósofo griego habla de las características de la amistad —la honradez y la sinceridad, entre ellas ellas— y previene contra los aduladores, quienes “inducen a los hombres a engañarse sobre su propia naturaleza, los sumergen en la ignorancia de cuáles son sus virtudes y defectos”. Parecen amigos, pero no lo son.
La lectura de este libro, con epílogo de Gonzalo Torné, podría ser de gran utilidad para alguien tan poderoso como el Presidente de la República, rodeado de lambiscones dispuestos a defender sus ocurrencias (la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, por ejemplo), a repetir sus consignas y compartir sus fobias y gustos, aunque en privado renieguen de ellos.
El presidente mexicano ha dicho en repetidas ocasiones: “No tengo enemigos ni quiero tenerlos”; los hechos desmienten sus palabras: sus ataques contra intelectuales, periodistas, medios y organizaciones de la sociedad civil en sus conferencias y redes son atentados contra la libertad de expresión.
En vez del eufemístico “adversarios” debería decir abiertamente “enemigos”
cuando se refiere a ellos, y considerar las ventajas de su existencia. “Tener un enemigo —afirma Plutarco— es de una gran utilidad, porque este nos vigila, y al hacerlo, evita que cometamos errores. Porque si los cometemos, será el primero en recordárnoslo”.
Con las arengas contra sus “adversarios”, el mandatario mexicano ha depurado una lista negra de críticos de su gobierno (todos conocemos sus nombres), blanco de ataques feroces de sus fanáticos, aduladores y achichincles. Tal vez, si leyera a Plutarco, podría atemperarse; probablemente seguiría sin reconocer algún mérito en sus enemigos, pero se contendría un poco a la hora insultarlos: “Dominar la lengua es una de las principales tareas que debe afrontar un hombre virtuoso. Cuesta mucho tener la lengua siempre sujeta y subordinada al juicio racional”, escribe el también autor de Vidas paralelas.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
“Cuesta mucho tener la lengua siempre sujeta al juicio racional”