Milenio

Lloramos poco

- LUCÍA MÉNDEZ

E

L 35% de los españoles dice haber llorado por culpa del Covid. Aunque la distribuci­ón del llanto no es homogénea. Las mujeres lloran bastante más que los hombres. Según el estudio del CIS sobre la salud mental de los españoles después del año de calamidade­s, el 52% de las mujeres españolas ha llorado, frente al 16% de los hombres. Me parece poquísimo.

En España han muerto por Covid 71,000 personas. 30,000 de ellas ancianos en residencia­s, que no han podido ser enterrados como Dios manda, en compañía de sus familiares. Han enfermado de Covid más de tres millones de españoles. Ya hay cuatro millones de parados. Han cerrado decenas de miles de empresas y otros tantos miles de autónomos ya no lo son porque su actividad ha desapareci­do. Miles de trabajador­es temen por sus empleos. El número de personas que pide auxilio –comida y ropa– a las ONG se ha duplicado. En más de media España la hostelería ha estado cerrada durante meses. Los enfermos de los hospitales –los de Covid y todos– están solos por precaución. Hay personas mayores que llevan doce meses encerrados en sus casas.

Y a pesar de todo eso, únicamente el 35% de los españoles reconoce haber llorado. Eso sí que revela una mala salud mental. Hay que llorar. ¿Sólo el 16% de los hombres llora? Poquísimos, y casi todos jóvenes, según el estudio del CIS. Los hombres de antes no lloraban. Yo no recuerdo haber visto llorar a mi padre nada más que cuando murió mi madre. Y ya era mayor. Suponía yo, de forma equivocada si hacemos caso del CIS, que los hombres habían cambiado y no tenían reparos para llorar, porque socialment­e ya no está mal visto el llanto masculino. Habría que saber por qué no lloran los hombres tanto como las mujeres. Si es que siguen pensando –como la madre de Boabdil– que el llanto es poco viril, propio de la debilidad emocional femenina. O igual es que los hombres –sobre todo los de mediana edad– no quieren reconocer que lloran ante los encuestado­res del CIS y en realidad sí lo hacen.

Tragarse las lágrimas es malísimo. Lo peor. Todos los terapeutas recomienda­n llorar. Incluso aunque no se tenga un motivo concreto. Llorar por llorar. Por una canción, por un recuerdo, por una película, por tristeza, por rabia, por no pegarte con la vida, por las pérdidas, por las alegrías. Hay que animar a los hombres a que lloren, sin complejos y sin miedo al qué dirán.

El número de personas que pide auxilio –comida y ropa– a las ONG se ha duplicado

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