Patricia Armendáriz
“La educación debe incluir estudios sobre la mujer y ética”
Las propuestas de un cambio tienen que ser de carácter estructural
El lunes pasado celebramos el Día Internacional de la Mujer. Más que un festejo, las agresiones y discriminaciones en contra nuestra han hecho de ese día uno de protesta y de manifestación de nuestros derechos.
¿Cómo explicar los feminicidios, sino como producto de una cultura donde nuestros agresores fueron educados con ejemplos de sus antecesores de que la vida femenina no tiene valor? ¿Cómo explicar la violencia prevaleciente en miles de nuestros hogares hacia nosotras, sin dejar de apuntar a los modos prevalecientes masculinos de hacer valer su palabra, si no es a golpes? ¿Cómo entender el abuso y acoso sexual que millones de nosotras sufrimos diariamente sin construir un contexto donde somos simples objetos de satisfacción? ¿Cómo interpretar a los “techos de cristal” en nuestro ascenso corporativo sin tener que acuñar conceptos como el de “pacto patriarcal”? ¿Cómo explicar las diferencias en las remuneraciones?
Uno de los principales valores con que cuenta el ser humano para realizarse es su sentido de valía, solo por el hecho de existir, como un derecho inalienable que toda la sociedad debemos de cuidar hacia nosotros y hacia los otros. El de nosotras está lacerado con todas estas señales negativas que nos manda la sociedad masculina sobre nuestra capacidad innata de ser valoradas.
Cargamos ese menor sentido de valía como uno de los principales obstáculos de nuestra realización, y gastamos nuestras energías vitales para irlo reconstruyendo si queremos vivir una vida satisfactoria.
Las propuestas de un cambio en esta dolorosa realidad tienen que ser de carácter estructural. Deben empezar con la educación formal mientras permean hacia una educación en los hogares. Las currículas educativas deben incluir estudios de la mujer, además de ética de respeto. El respeto a la valía de cualquier ser humano debe ser salvaguardado y su falta, castigada. El Estado de derecho debe hacer prioritaria la vigilancia de nuestra protección. Los “buenos hombres”, que en verdad abundan, deberían iniciar un movimiento sistemático de liderazgo ejemplar y sanción social. No tendríamos que arrebatar con gritos y manifestaciones soluciones inmediatas a hechos de violencia en nuestra contra.