Martin Wolf
“La humanidad se volvió el intruso del nido planetario”
En la actualidad, los seres humanos y el ganado que criamos como alimento constituyen 96 por ciento de la masa de todos los mamíferos del planeta. Además, 70 por ciento de todas las aves vivas son de corral, en su mayoría gallinas que comemos. También se cree que las tasas de extinción son de 100 a mil veces más altas que la tasa registrada durante las últimas decenas de millones de años. Todo esto es una pequeña parte de nuestro impacto general en la biosfera del planeta, la suma de todos sus ecosistemas.
La humanidad se convirtió en un intruso en el nido planetario. Nuestro gran éxito en aumentar la riqueza y números creó una nueva era, a veces llamada “atropoceno”. Puede ser una exageración, pero que nuestras actividades estén remodelando la vida en la tierra no lo es. La pregunta entonces es la siguiente: si deseamos revertir estas amenazas, ¿qué debemos hacer y a qué debemos renunciar?
Estos hechos provienen del prólogo de David Attenborough a un estudio definitivo de la economía de la biodiversidad, realizado por sir Partha Dasgupta de la Universidad de Cambridge. Dasgupta argumenta que ya no es posible excluir a la naturaleza de nuestro análisis económico. Como dice su reseña: “En su esencia, los problemas que enfrentamos hoy no son diferentes de los de nuestros antepasados: cómo encontrar un equilibrio entre lo que tomamos de la biosfera y lo que le dejamos a nuestros descendientes. Pero mientras que nuestros antepasados lejanos no fueron capaces de afectar el sistema terrestre en su conjunto, nosotros no solo podemos hacer eso, lo estamos haciendo”.
En una fascinante conferencia reciente sobre “Tecnooptimismo, cambiodecomportamientoylímitesplanetarios”,eleconomistabritánico lord Adair Turner aborda la cuestión de cómo gestionar mejor los desafíos. Señala dos enfoques alternativos. Uno, que yo llamaría “Hacia adelante y hacia arriba”, se basa en la fe de que el ingenio humano encontrará una manera de resolverlosproblemascreadospor el mismo ingenio humano. El otro, al que llamo “Arrepentíos, porque el fin está cerca”, se basa en la convicción de que debemos abandonar todas nuestras prácticas codiciosas si queremos sobrevivir.
De manera útil, Turner transforma estas actitudes contradictorias en preguntas empíricas: ¿qué funcionará y en qué horizonte temporal? Al responderlas, distinguelossistemasfísicosdelosbiológicos.Losprimerossonlosquenos dan trabajo, calefacción y refrigeración. El gran desafío es nuestra dependencia de la luz solar fosilizada, en forma de combustibles fósiles y sus emisiones de gases de efecto invernadero. Los segundos nos suministran los alimentos que comemos, así como algunos textiles. El sol, el agua, los minerales y la atmósferason,porsupuesto,esenciales para la vida, pero la transformacióndeestosinsumosenlavida misma implica bioquímica: la producción de moléculas complejas.
publicado por la Comisión de Transiciones Energéticas en septiembre de 2020, establece, señala Turner, un pasaje plausible a las emisiones netas cero para 2050. En esencia, se encuentra un cambio hacia la dependencia de la luz solar incidente y el viento, en forma de electricidadgeneradaporenergíasolar y eólica. Esto se combinará con baterías, hidrógeno y otras formas de almacenamiento, así como un papel para la bioenergía en el mediano plazo. Con los bajos costos de la energía renovable, esta transición es factible y barata. Algunos sectores, como el hierro y el acero, serán costosos de transformar, pero no