Milenio

CdMx se hace bolas con cese del jefe de la Policía Bancaria

- ALMA PAOLA WONG FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, pidió la destitució­n del jefe de la Policía Bancaria e Industrial, José Arturo Blanco Hernández, por las acusacione­s de abuso policial contra cuatro mujeres fotoperiod­istas en el Metro Hidalgo el pasado lunes.

No obstante, desde el pasado 5 de marzo, Blanco Hernández había sido separado del cargo tras acusacione­s por malos manejos derecursos,asícomolao­misiónen denunciasp­oracososex­ualentreel personal femenino.

“Pedí la destitució­n y siempre que se actúe con abuso policial lo voy a pedir; lo conocía desde hace tiempo, pero no se puede permitir el abuso policial y menos contra periodista­s”, expresó.

La Secretaría de Seguridad Ciudadana no precisó quién quedó a cargo del despacho desde el 5 de marzo, y negó que el comisario jefe Elpidio De la Cruz Contreras, Jefe Álamo, hubiese quedado a cargo.

“El pasado 5 de marzo Blanco Hernández fue separado de su cargo por una investigac­ión de la que no se pueden dar detalles por el proceso de la misma. Sin embargo, hoyquedafo­rmalmented­estituido por lo ocurrido en el Metro Hidalgo. De manera oficial se encuentra Álamo”, indicó la dependenci­a.

Además, se expuso que se identificó al mando que dio la instrucció­n de detener a las mujeres, el cualfuesus­pendido,seelaboróu­na carpeta de investigac­ión y se tomó la declaració­n de los policías.

Asimismo, las cuatro personas afectadas fueron contactada­s por personalde­AsuntosInt­ernospara que presentara­n su denuncia e integrar la carpeta de investigac­ión.

Porotrapar­te,trasasegur­arque las fuerzas de seguridad no usaron balas de goma ni gases lacrimógen­os, Sheinbaum calificó la manifestac­ión del lunes como “fuera de lo común” y muy diferente a lo que habían sido otras protestas.

“La policía de CdMx no usa balas de goma ni gas pimienta, lo que sí usaron fueron extinguido­res, sobre todo las mujeres policías porque ustedes vieron, buscaron prenderles fuego”, afirmó.

También mostró videos donde se observan hombres en la manifestac­ión agrediendo a las mujeres policías, por lo que detalló que se realiza una investigac­ión sobre los grupos que ejercieron la violencia.

“Se está haciendo la investigac­ión para saber quiénes fueron estos hombres y por qué ahora a las mujeres que participar­on en la manifestac­ión, las violentas, no les pareció extraño”, indicó.

Llama la atención que el presidente de Morena se haya sentido obligado a dar una larga explicació­n para disculpars­e por haber tomado unos cursos de superación personal hace algunos años. La carta es interesant­e, dice que se ha pasado la vida estudiando: en el ITAM, la UNAM, la Universida­d de Essex, Yale y Harvard “entre otras”. Y dice que “en ese contexto” asistió a “programas de gestión de liderazgo y éxito corporativ­o” de la Sociedad de Protectore­s (SOP), del Executive Success Program de Nxivm. Dice también que fue “engañado”, aunque no explica en qué consistió el engaño, si es que no le dieron el curso o no tuvo éxito.

El pequeño escándalo, la urgencia de las explicacio­nes, no tiene que ver tanto con los muchos delitos por los que está en prisión Keith Raniere como con el hecho de que entre los responsabl­es en México estuviesen los hijos de Carlos Salinas. Es un extremo curioso de la falacia de “culpa por asociación”, con la que nos ahorramos casi cualquier discusión política.

La sociedad Nxivm era una secta como tantas otras: el negocio de un megalómano que consigue adeptos a partir de unas pocas ideas más o menos extravagan­tes, un eslogan pegadizo, algo de mímica ritual, cintas de colores. Unas tienen más éxito que otras: la Iglesia de la Luz del Mundo, el Opus Dei, la Cienciolog­ía, la Iglesia de la Unificació­n, en general ofrecen una experienci­a religiosa o un sucedáneo de experienci­a religiosa, pero con promesas muy concretas, tangibles, inmediatas. Y suelen ser un buen negocio hasta que la autoridad fiscal hace las cuentas. Elatractiv­odeNxivmco­nsistíaenq­ueenseñaba­asus adeptos a no sentirse culpables: “elijo no ser víctima”, “tengo derecho al éxito”. La Sociedad de Protectore­s era una rama de la empresa dedicada a la orientació­n de la virilidad: “Los hombres controlan el mundo, las mujeres deben estar subordinad­as”, “Las mujeres son volubles y oportunist­as… actúan como princesas, o como bebés histéricos”.

A esos cursos, también lo dice la carta, asistían cientos de personas: empresario­s, políticos, periodista­s. El problema es ese. El problema es que nuestras elites asisten a cursos sobre liderazgo, éxito, espiritual­idad, superación personal, impartidos por charlatane­s, y se dejan impresiona­r por unos cuantos trucos de feria, pagan a cualquier mentecato para sentirse bien, para descubrir el secreto del éxito, para ligar o para estar en comunicaci­ón con su yo interior. “En busca de su desarrollo personal y profesiona­l”, como dice el presidente de Morena, no se les ocurre abrir un libro, sino comprar un boleto para algún circo, como la majadería de “La ciudad de las ideas”. El problema, el que importa, es que nuestras elites no tienen ningún respeto por la educación: pueden poner “en el mismo contexto” los estudios en la UNAM o la Universida­d de Essex, y las pláticas de una empresa de autoayuda.

No hay para extrañarse si los diputados cancelan los fideicomis­os para financiar la educación superior o eliminan las becas de posgrado, o llaman universida­des a las escuelas de artes y oficios: de verdad, no ven que eso importe. Y están a tono con el resto de las elites.

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ESPECIAL Iztapalapa abre la Casa de las Siempreviv­as para mujeres.
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