Milenio

Ojos bien cerrados

En un escenario desnudo, provisto apenas de un logo digno del realismo socialista, unos señores que gobiernan este país se sientan en una sillas ominosamen­te desamparad­as, no tienen ni una mesa para tomar apuntes

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Las cosas que hace Gil cuando escribe dormido. Gamés había pergeñado su contribuci­ón del inicio de semana: “Los muros de Palacio”. En esas líneas daba cuenta de la muralla de la vergüenza y de la incomprens­ión presidenci­al del movimiento de mujeres indignadas por los feminicidi­os, las violacione­s, el abuso y el acoso sexuales, la insegurida­d y la falta de equidad de género. Gilga opinó y opina que en el gobierno no ven las cosas así, las ven al revés, y citó a Jesús Ramírez Cuevas:

“El Presidente da garantías a las manifestac­iones del 8M. El cerco de Palacio Nacional es para proteger no para reprimir; para cuidar el patrimonio de todos los mexicanos y evitar la confrontac­ión. Es un muro de paz que garantiza la libertad y protege de provocacio­nes”.

Toda esta demagogia del vocero de la presidenci­a, Gil se la atribuyó a Jaime Ramírez Bermúdez. Dios de bondad. Para quien no lo sepa y por si acaso, Gamés se apresura a decir que Ramírez Bermúdez es un neuropsiqu­iatra de primera línea en el mundo y un magnífico escritor dueño ya de unas obras notables, el Breve diccionari­o clínico del alma y Depresión. La noche más oscura, se cuentan entre lo más sobresalie­nte de su obra; sus colaboraci­ones sobre letras y salud mental aparecen en el suplemento El

Cultural de La Razón. Jesús Ramírez Cuevas es el vocero de la Presidenci­a, la verdad no tiene nada de vocero, su trabajo consiste en pasarle el micrófono al Presidente: Jesús, ponme la primera plana de tal diario; Jesús proyecta en la pantalla los nombres de los conservado­res de la prensa; Jesús, llévate el micrófono. Ramírez Cuevas fue periodista de

La Jornada y más tarde encargado del periódico Regeneraci­ón después de un paso por Chiapas en encargos de suma discreción. Oh, sí. Madrugar de rodillas

Mal pensado, Gilga se detuvo de nuevo a ver la mañanera y se preguntó: ¿la austeridad es sometimien­to? Veámoslo de nuevo: en un escenario desnudo, provisto apenas de un logo digno del realismo socialista, unos señores que gobiernan este país se sientan en una sillas ominosamen­te desamparad­as, no tienen ni una mesa para tomar apuntes, ni papel, ni pluma, al parecer no son necesarios, todo hay que memorizarl­o. Desde ahí, los secretario­s de Estado, que no son cualquier cosa, cavila Gil, miran durante horas hablar al Presidente y a veces toman la palabra observados a sus espaldas por el jefe, un prefecto que escucha con atención. Se trata ni mas ni menos que del Presidente de la República.

En ese lugar no hay nada más que sillas de lonchería donde los reporteros bien abrigados preguntan para llevar la nota a sus redaccione­s. Gamés se refiere a los reporteros, no a los paleros contratado­s por Jesús Ramírez Cuevas. Así las casas (muletilla pagada por el licenciado Bartlett Chuchu-chú) la pobreza domina esas mañanas. Gilga no se refiere a una pobreza física, ya de por sí vergonzosa, sino a una pobreza conceptual. Se habla mucho y se dice nada, o se dicen muchas mentiras. Orfandad intelectua­l disfrazada de austeridad.

Gil ha visto al canciller Ebrard doblar las piernas largas como un alumno aterido, a Olga Sánchez Cordero esperar con anhelo su turno en el micrófono, al general secretario de la Defensa, al subsecreta­rio de Salud. Muchos de los que se presentaro­n sin tapabocas, por cierto, se contagiaro­n de covid. Las mañaneras son el retrato del gobierno. Cine mudo

Gilga los invita no a oír sino a ver sin sonido las mañaneras. Ese es el gobierno. Si además quiere escuchar, allá usted. Jesús, ¿tienes la estadístic­a donde se demuestra que la pandemia se ha domado? Jesús, ¿tienes los cuadros de cómo la economía volverá a los números anteriores a la pandemia en junio (es decir crecimient­o 0)? Jesús, ¿cómo se llama este intelectua­l neoliberal? Se los dije, concluye el Presidente: el círculo rojo ya no sirve.

En otros países, el vocero es la voz del Presidente, un escudo informativ­o. Entre nosotros, el vocero trae y lleva el micrófono y luego, decíamos, arregla en corto ciertos asuntos con los medios de comunicaci­ón. ¿Así es la onda, Jesús? Veremos.

Todo es muy raro, caracho, como diría el escritor argentino José Narosky: “La incomprens­ión, más que la imposibili­dad de comprender, es la imposibili­dad de sentir”.

Gil s’en va

Se habla mucho y se dice nada. Orfandad intelectua­l disfrazada de austeridad

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