Mujeres policía: las otras víctimas de la violencia
Quienes simpatizan con las movilizaciones feministas solo de manera calculada, acrítica u oportunista, prefieren ignorar la violencia que un segmento minoritario de infiltradas e infiltrados, pero mediáticamente predominante, ejerce contra otras y otros.
De inmediato hay que decir que la enorme mayoría de la población de los centros urbanos informados simpatiza con criterios de igualdad y justicia reivindicados por los feminismos de 2021, en todo el mundo.
Lapandemiaradicalizólavisibilizacióndelaviolencia familiar y de género, hizo evidente la desigualdad del uso del tiempo doméstico y de las oportunidades perdidas o deterioradas por la desaceleración económica con la misma celeridad con que transparentó los pendientes en materia de impartición de justicia respecto de las mujeres, especialmente en entidades como Jalisco, Chihuahua, Estado de México, Baja California y Guanajuato, donde ocurren la mitad de los feminicidios cometidos en nuestro país.
Las diversas expresiones de los feminismos, con mayores o menores años de experiencia militante, corporativa, mediática, partidista, tienen completa razón en señalar las vejaciones cotidianas y trágicas a que son sujetas mujeres de todas las edades.
Junto a la mayoría de ellas, muchos pensamos que aunque pudo en algún momento ser útil la verbalización de una “ira legítima” y eventualmente su despliegue simbólico, es inaceptable que esa “ira legítima” sea el combustible de los intentos de incendiar el cuerpo de las otras, de lanzar petardos contra mujeres policía, descargar mazazos contra sus escudos, robárselos y realizar insultos a ellas y a otros donde las frases son sospechosamente idénticas a las usadas por los machistas patriarcales a quienes se censura y a quienes, de ser encontrados culpables, debe castigárseles con toda severidad.
El uso de bombas molotov, petardos con residuos metálicos,laparticipaciónde“cuadros”masculinosen una marcha que ha sido territorio ganado por las mujeres en el ejercicio de su pleno derecho de manifestación,elincendiodelosescudosdelasmujerespolicíay un número de heridas de entre los cuerpos policiales, que es cuatro veces el de las activistas más violentas, demuestra serenidad, entereza y disciplina excepcional de parte de las agentes enviadas a hacer respetar la integridad de las personas y de sus bienes por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien tiene precisamente esa entre sus obligaciones principales.
La ira nunca será legítima si se dirige a destruir la dignidad, la seguridad y la humanidad de la otra o del otro. La verdadera ira debería dirigirse individualizadamente y de manera jurídica y política contra los violentadores, los responsables de las violaciones y los feminicidios.
En la marcha de este 8M no hubo balas de goma, gases lacrimógenos o pimienta ni francotiradores, como algunos quisieron hacer creíble en una equívoca y mañosa evocación del pasado histórico en la imagen del Batallón Olimpia y el Tlatelolco de 1968.
Este 8M nos deja una enseñanza: la ira no se legitima con violencia, pero también nos visualiza a otras víctimas, las mujeres policía.