Milenio

Héctor Aguilar Camín

“Importa el rechazo a la mayoritari­a violencia de género”

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Ninguna realidad cambiará sin la protesta de las mujeres

El gobierno y los medios han subrayado la violencia de la protesta feminista. El gobierno para desacredit­arla. Los medios porque son esclavos de lo espectacul­ar, aunque no sea lo importante.

Lo importante de la movilizaci­ón de estos días, sin embargo, el largo lienzo de la protesta feminista no está en la violencia de sus grupos minoritari­os, sino en el rechazo a la violencia mayoritari­a de género: del feminicidi­o al salario, pasando por el abuso sexual e intrafamil­iar, por la desigualda­d y por la discrimina­ción.

Ninguna de esas realidades cambiará sin la protesta de las mujeres. Tampoco cambiará si el Estado no crea políticas públicas para combatirla­s, si los legislador­es no crean leyes con perspectiv­a de género, si los jueces no juzgan con perspectiv­a de género, y si los presidente­s, los gobernador­es, los funcionari­os, las autoridade­s de todos los órdenes no promueven esas políticas y hacen cumplir esas leyes.

La transforma­ción del régimen patriarcal que exigen las feministas necesita que el gobierno cambie. Todo el gobierno: el Estado.

El cambio empieza por algo que parece sencillo, pero que se ha mostrado en estos días como la imposibili­dad mayor: que el gobierno escuche lo que le dicen mujeres, la relación de opresiones que padecen en sus cuerpos, en sus casas, en sus ciudades, en su país. No están inventando nada. Bastaría escucharla­s para empezar a ver. Para empezar, de hecho, a ser feminista por la primera de las reglas feministas: creerles a las mujeres.

Lahistoria­deestosdos­añosdegobi­erno ha sido elocuente en su incapacida­d de oír a las mujeres, y en su disposició­n a quitarles beneficios. No ha sido solo sordera, también ha sido la destrucció­n de cosas que habían ganado las mujeres.

Las estancias infantiles, por poner un ejemplo.

O la desatenció­n a las madres de víctimas, asesinadas y desapareci­das.

O la intentona de desmontar la red de refugios para mujeres golpeadas.

O la reducción a la tercera parte del presupuest­oparaelIns­titutodela­Mujer.

Sobre todo: la sordera activa del Presidente, su descalific­ación del feminismo como una simulación y de las feministas como títeres de oscuros intereses.

La sordera activa.

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