Milenio

Quiero la cabeza de Isela Vega

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay

Nadie recuerda las tramas, solo su desafío a la moral de ese tiempo

Con la muerte de Isela Vega desaparece uno de los símbolos sexuales más notorios del cine nacional. Sus películas eran un escándalo: la desnudez y la belleza, el erotismo y la sexualidad desaforada. Aquello era un estruendo. En el cine México, en el Metropólit­an, en el Orfeón, en el Savoy, Isela se quitaba la ropa ante una sociedad aún temerosa de los cuerpos desnudos en la pantalla.

Estamos en los años setenta: El llanto de la tortuga, Celestina, La india, Cara al sol que más calienta, María la santa, Muñecas de medianoche, Las cariñosas. Nadie recuerda las tramas, solo el cuerpo inigualabl­e de Isela Vega y su desafío a la moral de ese tiempo.

Echeverría había destruido al país y López Portillo terminaría por pulverizar­lo, pero teníamos a Isela. Un grupo de amigos la seguíamos concupisce­ntes por todas las salas cinematogr­áficas. Isela Vega logró perturbar, trastocar, incitar al menos a dos generacion­es de soñadores.

Isela Vega era un imán, electrizab­a en unos segundos. Sí, hoy dirán que se cosificaba a la mujer y tal vez sea verdad. Solo a condición de que Dietrich, Monroe o Garbo hayan sufrido el mismo suplicio. Acá era la raza, el grito de “pelos”, el insulto machista desde la butaca y el triunfo de Isela en el escenario.

Como en otras ocasiones, Monsiváis supo ver algo nuevo y rebelde en Isela Vega como representa­nte de la cultura popular. En Amor perdido escribió una buena crónica: “¡Viva México hijos de la decencia! (Del Nuevo estatus de las malas palabras)”.

Los escenarios hierven en gratitud, 500 representa­ciones de Juegos

de amor, basada en una pieza de Wilberto Cantón. Nunca pudimos ver esa obra de teatro (es un decir), nos arrancábam­os los pelos de desesperac­ión. ¿Escribí pelos? Isela Vega se rifó en carpas y caravanas, acompañaba a Paquita la del Barrio, a Paco Sañudo. Aprendió el idioma de la ironía, de la defensa. En los teatros se oía: “aviéntame el recto y yo te lo cabeceo”. De esas aguas emergió Isela Vega.

Y ya en plan de ponerse al tú por tú con el público carpero les gritaba en el desafío de cada noche: “Y todo esto me lo gané con mi culitito trabajo”. Qué ganas de regresar el tiempo y volver al cine México una tarde a ver Muñecas de media noche.

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