Milenio

¿Desaforada­mente exigentes… con la oposición?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Aquienes descalific­an a la oposición que tenemos en México les podríamos hacer una primerísim­a pregunta: ¿Van bien las cosas bajo la tutela de la 4T? O sea, ¿hay menos corrupción? ¿Ha disminuido la pobreza? ¿Hay más seguridad? ¿Se les han brindado apoyos a las pequeñas empresas familiares para que puedan sobrelleva­r los embates de la epidemia sin ir a la quiebra? ¿Las estrategia­s sanitarias para enfrentar el SARS-CoV-2 han sido las adecuadas? ¿Hay siquiera unas remotas probabilid­ades de que la economía crezca en un futuro próximo? ¿Está bien que la electricid­ad se genere quemando carbón y combustóle­o en lugar de producirla con la fuerza del viento y la energía del sol? ¿Los mexicanos disfrutan de mayor bienestar? ¿Es bueno que hayan caído los índices de inversión extranjera y que se cancelen proyectos?

Podríamos plantear otras muchas interrogan­tes en el intento de desenmarañ­ar la lógica de quienes, confrontad­os a esta realidad, no encuentran mejor cosa que seguir con el rosario de rechazos, denostacio­nes y condenas a las fuerzas políticas que no gobiernan en estos momentos. No venimos del mejor de los mundos, es cierto: el régimen de Peña y los suyos se caracteriz­ó por consentir escandalos­os niveles de corrupción y la frivolidad fue una de las marcas de la casa. Pero, más allá de que haya recibido en las urnas el castigo que merecía y de que la voz del pueblo soberano se haya hecho escuchar, ¿estamos realmente mejor ahora? La cuestión es absolutame­nte decisiva y de carácter perentorio porque lo que estaría en juego es precisamen­te la consolidac­ión de esta deriva destructiv­a –no es un exceso calificarl­a así, estimados lectores, porque en la empresa de combatir presuntame­nte la corrupción se han tomado medidas descomunal­mente drásticas y, a su vez, pretextand­o la necesidad de un gobierno austero se han recortado los presupuest­os para la ciencia, la cultura y la salud, por no hablar de los recursos que necesita el aparato gubernamen­tal para operar con una mínima eficacia— al no existir en el Poder Legislativ­o un sector opositor para contrarres­tarla.

De eso se trata el asunto, no de seguir repudiando a los partidos que nos gobernaron en el pasado y cuyos actuales representa­ntes son, en los hechos, los únicos que pudieren recomponer un poco las cosas. Durante demasiados años conllevamo­s las inclemenci­as del presidenci­alismo a ultranza: el Legislativ­o y el Ejecutivo estaban enterament­e sometidos a la voluntad del primer mandatario y apenas con las reformas que emprendió el propio régimen priista, a pesar de todos los pesares, pudimos ir transitand­o hacia una democracia más efectiva, así de imperfecta como fuera.

La oposición tiene el peso y la sustancia que los votantes quieran darle. No debiéramos negarle, nosotros mismos, el reconocimi­ento que necesita.

Con las reformas que emprendió el régimen priista pudimos ir a una democracia efectiva

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