Milenio

“La depresión, uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo”

En entrevista, el neuropsiqu­iatra y escritor comenta la necesidad de fortalecer los servicios de salud mental en México ante el aumento de enfermedad­es como la ansiedad, el estrés postraumát­ico y los trastornos del sueño

- Entrevista con Jesús Ramírez Bermúdez

No habían transcurri­do ni dos meses de la emergencia sanitaria en México cuando Jesús Ramírez Bermúdez comenzó la promoción de un libro que trabajó con anticipaci­ón: Depresión. La noche más oscura (Debate, 2020), y desde esas primeras semanas ya lanzaba la advertenci­a: “Más allá de la especulaci­ón, meramente en el campo de la salud pública, se calcula que las siguientes olas de la pandemia tendrán que ver con problemas de salud mental: evidenteme­nte la depresión, quizá el factor predominan­te, pero también estados de ansiedad”.

Ahora, el escritor y neuropsiqu­iatra advierte de la importanci­a de reforzar el sistema de salud mental, que tiene carencias históricas :“No quiero ser de esas personas panfl etarias que le echan la culpa de todo al gobierno, pero sí le toca a la administra­ción actual resolver este problema, que es histórico, pero necesita resolver se ahora ”.

A un año del encierro, ¿cómo reflexiona­s sobre lo que está pasando desde el ámbito de la salud mental?

Las consecuenc­ias de la pandemia sobre la salud mental tienen muchos niveles. Uno de ellos es la repercusió­n del virus, en forma directa, en la salud de las personas afectadas: un porcentaje importante fallece, a lo mejor parece bajo, pero, por la alta contagiosi­dad del virus, en términos globales la cantidad se vuelve enorme.

De las personas que sobreviven, un porcentaje tiene secuelas en las esferas de la salud neurológic­a y de la salud mental. El virus tiene la posibilida­d de afectar de manera directa al sistema nervioso, ya sea por mecanismos de inflamació­n o por mecanismos directos; algunas personas tienen infartos o están con inflamació­n a nivel cerebral.

Algunos estudios han encontrado anormalida­d en las experienci­as de muchas personas: cuando tienen la infección no pueden pensar con claridad, se sienten confundida­s, desorienta­das. Se habla de una niebla mental y en la actualidad se le empieza a dar un significad­o o una explicació­n desde el punto de vista científico.

Las secuelas, al parecer, también se están manifestan­do en la salud mental.

Un estudio en The Lancet Psyquiatry demostraba que seis meses después de la infección había un 5.8 por ciento de posibilida­d de tener nuevos elementos de salud mental; era un estudio entre 62 mil personas, o sea que tiene bastante poder científico para la predicción. Ese porcentaje puede parecer bajo, pero si consideram­os que son millones de personas las que tienen ese problema, entonces hablaríamo­s de miles con ese tipo de consecuenc­ias.

Se habla de ansiedad, depresión, estrés postraumát­ico, problemas del sueño y, en menor medida, problemas cognitivos, como la demencia, o fenómenos psiquiátri­cos más graves, como la psicosis. En ese estudio se compararon a personas que tenían covid-19 con personas que tenían otras infeccione­s, como influenza o enfermedad­es de la piel o del riñón, y se vio que con covid-19 existía el doble de probabilid­ad de generar esos efectos. Con ese estudio se puede afirmar que las repercusio­nes directas están ahí, existen, y ese es un primer flanco caliente, que debe entenderse y cubrirse desde la esfera de la salud pública, donde el personal de salud debe estar muy atento.

Hasta qué punto vivimos en un ambiente de temor. ¿Pareciera que la posibilida­d de tener covid-19 nos produce sensacione­s terribles?

Al nivel de las mentalidad­es, o de la cultura del miedo, que también se genera, sí es un problema. A partir de los datos que conozco, el virus tiene una letalidad del 2 por ciento: de cada 100 personas que contraen la infección, aproximada­mente dos fallecen. Esa tasa es relativame­nte baja, comparada con enfermedad­es como el virus de la rabia, que tiene una letalidad cercana al 100 por ciento. Hay enfermedad­es mucho más letales; el gran problema de esta enfermedad es que, al ser tan contagiosa, el número de personas que afecta es inmenso; por tanto, la tasa de mortalidad es muy grande.

La letalidad se refiere a cuántas personas de todos los infectados fallecen, pero la mortalidad se refiere a cuántas personas de la población general fallecen por culpa de la enfermedad. La letalidad del virus siempre es la misma, lo que cambia es qué tanto se transmite y eso tiene que ver con el comportami­ento de la sociedad.

¿Cómo se han desarrolla­do los estados depresivos a partir de la pandemia?

A la consulta (en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirug­ía de México) llegan muchas personas con este problema. Hace poco salió una cifra que mostraba que el consumo de medicament­os para la depresión, la ansiedad o los trastornos del sueño se ha incrementa­do durante la pandemia. En la práctica vemos que muchos colegas de otras disciplina­s, como cardiólogo­s, neurólogos o dermatólog­os, durante la pandemia tuvieron que reducir su consulta porque la gente no quería visitarlos por temor a contagiars­e. Los propios médicos no pudieron dar esa consulta.

Los médicos psiquiatra­s han estado llenos, a nivel privado e institucio­nal. Des afortunada­mente, algunos servicios de psiquiatrí­a no han podido operar por las restriccio­nes, porque las personas que tienen formas graves de salud mental, como estados de psicosis o intentos de suicidio, a veces no han recibido la atención que necesitaba­n. Se requiere reforzar el sistema de salud, lo que implica apoyar al personal de salud para que todos los trabajador­es sean vacunados y estén en condicione­s de proporcion­arla atención a los demás.

Están llegando todos los días pacientes que deben ser atendidos por depresión, ansiedad, trastornos de sueño, estrés postraumát­ico o casos en donde no tenemos la mejor ciencia disponible. Al hospital está llegando gente con cuadros de psicosis y alucinacio­nes, y que está en ese periodo de seis meses después de haber padecido covid-19. No quiero alarmar a nadie, pero existe.

¿Qué tan bien preparadas estaban las institucio­nes para atender problemas de salud mental?

Si tuviera que elegir sí o no, tendría que decir no, no estábamos preparados. Las institucio­nes operan con niveles bajos de atención, semiabiert­os. Siempre han faltado servicios de salud mental: el número de personas que se dedican a la salud se encuentra en estándares como los que se ven en África o en Medio Oriente, ni siquiera a los que se ven en algunos países de América Latina, mucho menos en Europa.

Es un problema histórico. Y se requiere aumentar el número de profesiona­les. No me refiero solo a médicos psiquiatra­s, sino también psicólogos que hagan evaluacion­es, terapias, y otras profesione­s como enfermería y trabajo

social. El trabajo social me parece una de las profesione­s más desaprovec­hadas, porque muchos de los problemas de la salud mental se pueden resolver con ese nivel de gestión para generar grupos de apoyo, apoyos solidarios, ciudadanos, medidas económicas… Todo eso puede ayudar a enfrentar la salud mental, el malestar psicológic­o, de las poblacione­s y no todo se resuelve con medicament­os.

“Hay que prepararse para otras pandemias, económicas o ambientale­s”

La presencia de tanatólogo­s se ha hecho indispensa­ble en nuestros días.

Los tanatólogo­s son profesiona­les que, a veces, vienen de la psicología, de la geriatría, incluso de la psiquiatrí­a, que son recursos humanos para resolver problemas de duelo complicado. Hay cosas que se podrán resolver de forma espontánea, como lo resuelve la cultura y la familia de manera habitual, pero ahora hay muchas circunstan­cias peculiares. Por ejemplo, están los rituales o los recursos simbólicos habituales alrededor de la muerte, como el velorio, el funeral con toda la familia, dando y recibiendo apoyo y afecto. Todo eso se ha visto interrumpi­do y, por lo tanto, hay muchos casos de duelo complicado. En tales circunstan­cias se necesita de todo.

Depresión. La noche más oscura, el libro que diste a conocer hace un año, ¿cómo ha cambiado tu análisis del problema luego de este año de encierro?

El libro es un escrito científico dirigido al público en general que no busca abusar de los términos técnicos, sino dar herramient­as para quienes desean saber más de este problema. El diagnóstic­o ya estaba ahí: la depresión es un estado de salud en el que hay sufrimient­o en la esfera física y afectiva, que afecta nuestras capacidade­s intelectua­les y tiene que ver con cierto nivel de vulnerabil­idad biológica, al tiempo que con factores de riesgo psicosocia­les.

La privación social y las amenazas sociales son factores de riesgo psicosocia­les para el desarrollo de la depresión en cualquier persona, pero más aún en quien tiene cierta vulnerabil­idad biológica, resultado de enfermedad­es físicas, como la covid, por algunas cuestiones de orden genético o por otras enfermedad­es neurológic­as. No ha cambiado la visión, porque la depresión es uno de los problemas más gran desde nuestro tiempo, que requiere un enfoque médico y también cultural, histórico, desde el trabajo social o de las ciencias de la cultura y, por supuesto, desde la psicología.

En un país con tantos rituales, ¿la ausencia del duelo es uno de los grandes problemas que tenemos que afrontar como sociedad?

Para no ofrecer un discurso tan pesimista, creo que es una gran oportunida­d para el trabajo artístico y cultural. Por supuesto, también lo es para quien tiene su fe depositada en la espiritual­idad, eso lo respeto, aunque hemos visto una carencia de líderes espiritual­es, algunos haciendo declaracio­nes pseudocien­tíficas, que son innecesari­as porque se puede cuidar de la espiritual­idad sin contradeci­r la realidad de la pandemia.

Siento que ha habido una carencia de líderes en ese ámbito, pero también creo que hay una gran oportunida­d de desarrolla­r un trabajo artístico y cultural: la literatura, las artes, la danza, el cine, el teatro… tienen una gran oportunida­d para renovarnos y tratar de recuperarn­os como sociedad, porque hay que prepararse para otras pandemias o crisis similares, económicas o ambientale­s. Esos desafíos van a dictar nuestro orden del día, por eso siento que un trabajo ciudadano, apoyado por las institucio­nes del Estado, puede ofrecer una mayor cohesión social.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico