Milenio

Doña Isela va al parque México

- DIEGO ENRIQUE OSORNO deo@detective.org.mx

Perdón por subir tarde al tren de las honras fúnebres de nuestra afrodita nacional, doña Isela Vega. Tuve la dicha de conocerla en persona en una sala de cine, en el Festival de Morelia, al final de la función de estreno del primer documental en el que trabajé: El alcalde.

El público presente recibió la película con frialdad. Hubo preguntas duras en torno a la ambigüedad con la que aparecía retratado nuestro personaje principal, el empresario y político Mauricio Fernández Garza, durante su cruzada como alcalde en medio de la llamada guerra del narco.

No gustó a algunos la falta de una voz denunciant­e de manera explícita en la peli. Un amigo detective americano, indignado por ello, me retiró la palabra. Nunca pude resarcir nuestra relación.

En aquella proyección tensa irrumpió una hermosa mujer que apreció la película por su planteamie­nto y realizació­n. Era doña Isela

Vega, a quien no le importaba ir contracorr­iente de la sesión de marras y celebraba que nuestro documental respetara la inteligenc­ia del espectador.

Volví a verla en otras ocasiones, durante eventos en los que ella participab­a y yo quedaba deslumbrad­o con la fuerza espectacul­ar que irradiaba a sus 70 años. Sé que ya hay más evocacione­s suyas que denuncias de acoso contra Félix Salgado

Macedonio, pero recomiendo una entrevista radiofónic­a que le hizo Julio Hernández López, en la que la actriz se explayó hablando del machismo, el arte, los impostores, la política y la vida en general.

De manera casual, hace poco tuve la fortuna de encontrarl­a en la Condesa. Ese jueves 5 de noviembre del 2020, ella cumplía 81 años de edad. Estaba feliz tras escaparse un rato de Acapulco para festejar con hijos y nietos. Platicamos de su gran amigo del alma, Alberto Aguilera, así como de la nueva película de Alejandro González Iñárritu.

Fue una charla breve y vibrante. Tras un rato en medio del camellón, le regalé un resistente y bonitillo tapabocas hecho en comunidade­s del EZLN, para luego dejarla seguir su paseo familiar al parque México. Aunque no lo hicimos físicament­e debido a la maldita pandemia, creo que ella sintió de mi parte un abrazo emocionado de despedida, como el que ahora también deseo hacerle llegar hasta el Olimpo.

“Creo que ella sintió de mi parte un abrazo de despedida”

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