POLÍTICA ZOOM
Mientras Cossío ha dedicado su biografía a defender el derecho de las minorías como actores centrales de la Constitución mexicana, AMLO rechaza el pluralismo, o más puntualmente, estigmatiza a quienes no coinciden con su visión de las cosas
Manuel López Obrador lo acuse ahora de ser “un hipócrita de doble discurso y doble moral… un ministro que aprobó resoluciones injustas (y ahora pretende convertirse) en paladín de las libertades y la injusticia.”
En otros espacios Cossío ha dedicado sendas entrevistas para explicar cada uno de sus votos, acertados o equivocados, alrededor de los temas referidos por el Presidente: los casos ABC, Florence Cassez, energías eólicas o Atenco, entre otros.
No alcanza esta plana para repetir los argumentos que el ex ministro ha expresado para sustentar sus decisiones.
Merece, sin embargo, destacarse aquí la dramática diferencia entre este ex ministro de la Corte y el Presidente de la República mexicana: mientras Cossío ha dedicado su biografía a defender el derecho de las minorías como actores centrales de la Constitución mexicana, López Obrador rechaza el pluralismo, o más puntualmente, estigmatiza a quienes no coinciden con su visión de las cosas, al tiempo que considera que solo las mayorías tienen derecho a redactar las líneas gruesas de la Constitución.
En otras palabras, mientras para el Presidente la Constitución es un campo de batalla, para Cossío es una norma jurídica que tiene como propósito civilizar las furias de la política.
El pleito que el Presidente trae contra el ex ministro merece ser leído, no a partir de descalificaciones meramente personales, sino del contraste entre dos visiones políticas diametralmente opuestas a propósito de la utilidad del texto constitucional.
López Obrador ha venido perfilando en su discurso la posibilidad de una cirugía mayor a la Constitución mexicana para que responda, sin contradicciones, a la versión de los valores y los principios de la mayoría triunfadora que él representa.
El mandatario tiene en mente una Constitución para la cuarta transformación igual que, en su día, los triunfadores de la Revolución Mexicana concibieron a la Carta Magna de 1917 como su trofeo más presumible.
En cambio, Cossío pertenece a una generación de juristas que no contemplan a la Constitución como el resultado de una guerra entre facciones, sino como el pacto que permite a vencedores y vencidos —calidad que en democracia nunca es definitiva— una convivencia política sin aspiraciones aniquilantes.