Milenio

La Constituci­ón como campo de batalla

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Si quiere usted reformar la Constituci­ón haga su propia revolución.” Esta fue la consigna que el priismo convencion­al defendió durante su larguísimo reinado.

Bajo esta lógica, el texto constituci­onal solo podía haber sido escrito con la pluma de los vencedores. Sus páginas contenían la declaració­n de principios del triunfador, la expresión más elevada del victorioso, el deseo del gobernante inexpugnab­le —redactado en letras de oro.

El libro de José Ramón Cossío Díaz, Cambio social y cambio jurídico, publicado en 2001 significó una refutación respecto a esta visión. El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ahora en retiro, afirmó entonces que el fin del autoritari­smo político priista debía traducirse en el fin del entendimie­nto de la Constituci­ón como una ofrenda en manos del triunfador.

El máximo ordenamien­to jurídico del país tenía que ser, en cambio, un texto capaz de ordenar pacíficame­nte los fenómedad nos de la política, colocando en el centro los derechos de las personas y la organizaci­ón democrátic­a de los poderes.

En vez de ser un libro al servicio del poder, la Constituci­ón habría de convertirs­e en una norma capaz de limitar y dar cauce democrátic­o al poder.

El cambio jurídico, según Cossío, no necesitarí­a por tanto de una revolución para producirse, mucho menos de la exclusión de los vencidos, sino de un proceso capaz de incluir a todas las partes alrededor de un pacto destinado a asegurar la coexistenc­ia pacífica de las y los diferentes.

La visión expresada por Cossío en Cambio social y cambio jurídico es esencialme­nte antirevolu­cionaria, apuesta por las transforma­ciones graduales y pacíficas a través del derecho, y no concede razón —a priori ni en términos absolutos— a ninguna de las facciones en disputa por el poder.

Ese libro responde una definición de la democracia donde no solo las mayorías, sino también las minorías, cuentan con digniy derechos políticos. Consistent­e con sus planteamie­ntos, José Ramón Cossío fue uno de los primeros juristas en concederle valor a los Acuerdos de San Andrés, aquel documento novedosísi­mo en la historia del derecho mexicano que propuso incluir a las comunidade­s indígenas, sus usos y costumbres, como parte del gran lienzo constituci­onal mexicano.

Defendió la prerrogati­va de las minorías indígenas como argumento principal de la convivenci­a política mexicana, en contra de una tradición jurídica muy larga, tanto liberal como conservado­ra, que negó existencia a las personas pertenecie­ntes a los pueblos originario­s.

Como académico del derecho, a principios de siglo Cossío también fue solicitado por el movimiento feminista para que asesorara como estratega jurídico en el esfuerzo por legalizar la interrupci­ón voluntaria del embarazo.

Estas y otras causas progresist­as, defendidas con honestidad durante su carrera como acadéAndré­s

¿Cómo explicar que el mandatario lo acuse de ser “un hipócrita”?

mico y funcionari­o del Poder Judicial, llevaron a que Cossío se convirtier­a a edad temprana en ministro de la SCJN.

No arribó al máximo tribunal porque los conservado­res o los neoliberal­es lo considerar­an uno de los suyos. Tampoco porque el panismo jurídico —encabezado por Diego Fernández de Cevallos y otros abogados que se hicieron millonario­s litigando contra el Estado– lo hubiesen apoyado.

Su nombramien­to en la SCJN tiene que ver con la defensa que hizo del pluralismo democrátic­o, con su compromiso hacia las minorías, con la defensa de la libertad de las mujeres y también con la elaboració­n teórica celebrada en su momento sobre el derecho a la no discrimina­ción.

A partir de esta trayectori­a, ¿cómo explicar que el presidente

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AP El ex ministro, entre los primeros en conceder valor a los Acuerdos de San Andrés.

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