Milenio

“Los símbolos religiosos en la imagen de los políticos”

- Luis Petersen Farah

El campo religioso se transforma rápido en América Latina. Los resultados del censo 2020 en México son apenas una expresión de este hondo cambio que incluye, desde luego, las relaciones entre la religión y la política.

Toma una nueva forma esta vieja relación. Junto con una pluralidad creciente, sobre todo por el ascenso de las iglesias evangélica­s, ha surgido una fragmentac­ión religiosa que abre a la política otras puertas de entrada. En Religiones y espacios públicos

en América Latina, libro compilado por Renée De la Torre yPab lo Semán( Clacs o, Cal as ,2021), una veinte na de especialis­tas se lanza ala comprensió­n de esta nueva realidad.

A finales del siglo XX, el continente se veía como la esperanza del catolicism­o. Sin embargo, dicen De la Torre y Semán en el estudio introducto­rio: “la catolicida­d en América Latina está experiment­ando también un cambio cultural profundo debido al impacto de la diversidad religiosa. Los datos de Pew Research Center constatan que hace medio siglo (en 1960) 90 por ciento de la población de la región era católica, pero para 2014 este porcentaje se redujo drásticame­nte a 69 por ciento ”.

En casi todo el continente se registra un crecimient­o de las religiones evangélica­s. Pero esto ha llevado también al surgimient­o de nuevas espiritual­idades desvincula­das de las institucio­nes, en las que cada persona vive a su modo la relación con lo sagrado y se mezclan las prácticas (la meditación y el yoga, el altar a la Santa Muerte, la Virgen de Guadalupe... todo en un solo paquete, en la casa todo convive) al grado de que el creyente se queda en los límites de la pertenenci­a. Y sentirse representa­do por las cúpulas eclesiásti­cas es algo cada vez menos común.

“Son parte de esas transforma­ciones”, añaden De la Torre y Semán, “la pluralizac­ión del campo religioso, la aparición y legitimaci­ón de nuevos formatos de relación con lo sagrado, la intensific­ación de las dinámicas de competenci­a y conflicto en el campo religioso, la proyección de las religiones al espacio público con demandas corporativ­as y políticas”.

Es cierto que algunos evangélico­s han entrado a la arena política vía partidos (ni todos ni solo ellos). Pero les ha funcionado mucho más meterse en las agendas de los congresos por asuntos puntuales de moral sexual, justo ahí donde han decidido ver al diablo y hacerle la guerra espiritual.

Y cualquiera que sea la creencia, han cambiado las formas de revolver el cielo con el polvo. Ya no se trata de iglesias y jerarcas que se meten en el reino de este mundo. Ahora entran los símbolos, las imágenes con poder de atracción. En medio de la dispersión de creencias y prácticas, cualquier uso de simbología religiosa genera una mejor imagen de los políticos. Ante el desgaste de las institucio­nes surge una política que las instrument­aliza sin control.

Macri y Evo Morales acudieron a estos símbolos. Bolsonaro se metió al río Jordán y se convirtió en mesías, AMLO hizo su ritual del bastón de mando en la toma de posesión y ha realizado otros en torno al Tren Maya. “Donde se hinque el pueblo me hinco yo”, recuerda De la Torre: “Aunque al mismo tiempo sea juarista”. En la religión se libra la madre de todas las transforma­ciones.

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