Seguimos denostando… ¡a nuestra propia oposición!
Se escuchan tantos cuestionamientos a la oposición política de este país que uno pensaría que la suerte está ya echada en las próximas elecciones: no hay liderazgos, se dice; faltan propuestas, se señala; siguen siendo los mismos de siempre, justamente los que fueron barridos por la marea de López Obrador y Morena, se comenta…
Este derrotismo me resulta exasperante, con perdón, porque las cosas son lo que son y de lo que se trata, ahora mismo, no es de que se aparezca en el escenario una clase política de gloriosa ejemplaridad —venida de quién sabe dónde, encima o, más bien, desembarcada sorpresivamente de Marte, es decir, con genes diferentes, con otra cultura y otra historia gracias a lo cual estaría, ahí sí, supremamente abastecida para competir en junio con los pretorianos de Amlo y, luego, consumado ya el primer paso en la empresa de reconquista del poder, para llevar las riendas de la cosa pública en México a partir de 2024— sino de impedir la inquietante deriva autodestructiva de nuestra nación.
Tenemos lo que somos y somos lo que tenemos: todos llevamos el sello de la casa. Dicho en otras palabras, los partidos y la gente que nos gobierna siguen haciendo lo que siempre han hecho. Y, miren ustedes, quienes ahora mandan no son diferentes, ni mucho menos, a pesar de sus proclamas, sus alardes, sus jactancias y su demagogia. Más bien son vagamente peores —con perdón, nuevamente— porque los de antes eran un poquitín más hábiles en las artes de gobernar (más profesionales y más capacitados) y resulta, por si fuera poco, que la embestida para desmantelar el aparato de la Administración pública, invocando el sacrosanto mandato de la austeridad republicana y pretextando que se lucha contra la corrupción, nos ha llevado a un gran deterioro en el manejo de los asuntos corrientes: estamos hablando de cómo se lleva la salud, de cómo se enfrentan los embates de una epidemia, de cómo se ejerce el gasto, de cómo se administran los presupuestos y de cómo se atienden las contingencias que van surgiendo en el camino.
Hubo ya un momento en que nos quedamos sin gasolina y lo que ocurrió, según parece, no fue que se estuviera combatiendo a los saqueadores que roban los preciosos combustibles de la nación —ahí siguen, tan campantes, todos los días, y la merma para el erario es ruinosa— sino que los responsables de la 4T, recién llegados, no tomaron a tiempo las medidas necesarias para que siguiera el aprovisionamiento. En estos momentos faltan medicamentos y faltan vacunas (hablo de las de siempre, de aquellas que se aplicaban en campañas que le dieron un merecido prestigio internacional a México).
El asunto apremiante, entonces, es dar el primer paso para impedir que siga este descalabro. Y eso, con la oposición que tenemos, aquí y ahora. Tan sencillo como eso.
Tenemos lo que somos y somos lo que tenemos: todos llevamos el sello de la casa...