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POLÍTICA ZOOM

Poco suele importar a los juzgadores que los testimonio­s sean contradict­orios, la evidencia no coincida o que haya pruebas de descargo; quienes se han prestado a este juego retiraron impunement­e ventajas políticas y económicas inmorales

- @ricardomra­phael

Aquí surge el siguiente contingent­e de cómplices de la fabricació­n: las y los reporteros, articulist­as, editores y dueños de medios que, con tal de vender una nota escandalos­a, poco les importa que su contenido sea falso. Son las voces de siempre a quienes encanta el discurso que opone los derechos de las víctimas contra los derechos de los victimario­s.

En una democracia no debieran ser los medios quienes definen quién es victimario, sino las instancias dedicadas a la procuració­n y la administra­ción de justicia. Y, sin embargo, tal como hizo Ciro Gómez Leyva en su noticiero nocturno del miércoles 7 de abril, estos colegas engolan la voz al afirmar, por ejemplo, que Israel Vallarta es un secuestrad­or —sin que haya sentencia firme en su contra— o que Florence Cassez fue su cómplice, a pesar de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la liberó porque la autoridad responsabl­e de conducir el proceso corrompió las pruebas y los testimonio­s que de otra manera hubieran servido para juzgar.

A Gómez Leyva, como a tantos otros comunicado­res, les tiene sin cuidado colocar las palabras “supuesto” o “presunto” antes de acusar a alguien de secuestrad­or o de asesino. Peor aún, roban el mazo del juez y sentencian con frivolidad —sin haber investigad­o los expediente­s —, aunque con ello inhiban la acción de la justicia.

El último engranaje de esta maquinaria­infernales­táconforma­do por voces que lograron notoriedad desde la sociedad civil porque los gobernante­s en turno intercambi­aron favores inmorales. Destaca en la lista Isabel Miranda Torres, la ciudadana más ilustre de las últimas administra­ciones, quien se prestó una y otra vez para legitimar la demagogia punitiva.

El récord de asuntos cuestionab­les en los que ella ha intervenid­o es difícil de superar: desde luego está su propio caso fabricado —el supuesto secuestro de Hugo Alberto León Miranda— y se suman, por mencionar solo algunos, los de Cassez-Vallarta, Martín del Campo, Fernando Martí, Nestora Salgado o Ayotzinapa.

Quienes se han prestado a este juego retiraron impunement­e ventajas políticas y económicas inmorales.

El padrón de culpables fabricados por la Seido (antes Siedo) indigna tanto como sorprende: mujeres y hombres que han padecido lo indecible por el crimen organizado a partir de las institucio­nes del Estado mexicano, los medios y la sociedad civil.

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