«No leas el prospecto»
L a última vez que el médico me recetó unas pastillas, me dijo en tono firme, gesto empático y palabras precisas: «Tómate una al día y hazme caso, no leas el prospecto; fíate de mí». Los efectos primarios y secundarios contenidos en ese prospecto –más largo que un día sin pan– me situarían al borde mismo de la muerte. Le hice caso y eché el papel al contenedor. Los españoles de mi generación podíamos desconfiar de la familia, de los jefes, de los amigos, de los políticos, de los curas, de los intelectuales, de las instituciones. De cualquier cosa, menos de los médicos. La palabra de los médicos era palabra de Dios.
Los organismos sanitarios internacionales, las autoridades sanitarias nacionales, los epidemiólogos, virólogos y demás especialistas que hablan a diario en los medios me dicen que tengo que fiarme de la vacuna AstraZeneca, igual que me fío de mi médico. Aunque ellos me leen los efectos secundarios de la vacuna varias veces al día. Puede producir trombos, aunque no está muy claro. «Fíate de mí, ponte la vacuna». Vale. Pero la Agencia Europea del Medicamento (EMA) no ha dado recomendaciones porque cada Estado es distinto. Como si quienes ponen el brazo para que les pinchen fueran los Estados, y no las personas. «Fíate de mí, ponte la vacuna». Vale. Pero entre que recibo el SMS de la cita para el pinchazo, se puede reunir el comité de salud correspondiente para decidir que a los de mi edad ya no les vacunarán con AstraZeneca. Fácil no nos lo ponen.
El psicólogo Walter Riso, cuyos libros son tan terapéuticos como su consulta, relata en su último manual sobre la pandemia –Más fuerte que la adversidad– un experimento del célebre Pávlov que consistía en enseñar a un perro la diferencia entre un círculo y una elipse por medio de distintos tipos de reforzamiento. Conforme las diferencias entre las dos figuras se fueron atenuando hasta casi confundirse, los perros enloquecían, saltaban, ladraban, lloraban. Su comportamiento era propio de una neurosis, estrés o ataque de ansiedad. No sabían qué hacer. A las autoridades sanitarias, a los gestores políticos y a nosotros mismos nos pasa algo parecido con la pandemia. Riso recomienda en su libro no dejarse aplastar por el miedo, desarrollar estrategias de protección frente a la información enredada y confusa, y servirte de tu propia razón. A ver si somos capaces.
Los españoles de mi generación podíamos desconfiar de todo, menos de los médicos