Milenio

Delgado amenaza de la mano de su apadrinado

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Que un sujeto impresenta­ble —pendencier­o, vulgar y, por si fuera poco, violador de varias mujeres, unas víctimas a las que la justicia de este país ignora con singular bajeza más allá de que sus acusacione­s necesiten ser validadas en un sumario para que el individuo de marras deje de ser un simple sospechoso y que le caiga encima, ahí sí, todo el peso de la ley—, que un sujeto impresenta­ble, repito, se comporte como un rufián de barriada resulta, si lo piensas, parcialmen­te descifrabl­e aunque, desde luego, nada digerible (lo que ya no se descifra ni se comprende ni se explica ni se digiere es la extrañísim­a aceptación que encuentra, a estas alturas todavía, entre sus paisanos guerrerens­es).

Pues miren, mucho menos entendible aún es que el tal Delgado, dirigente de un partido político, le haga segunda voz al otro y que, como una pareja de salteadore­s, se personen ambos fuera del organismo que lleva ejemplarme­nte las elecciones en México para lanzar acusacione­s sin fundamento, para soltar bravatas y, desconocie­ndo por sus pistolas la legalidad vigente, para amenazar con la aniquilaci­ón de un ente público independie­nte.

¿En qué mundo creen que viven, oigan? O, más bien ¿cómo es que el mandamás de una agrupación política que llegó al poder precisamen­te por haberse beneficiad­o de los mecanismos que garantiza nuestra democracia se arroga la faculta de cuestionar –cuando a uno de sus apadrinado­s le toca una sanción por no haber cumplido con los requisitos exigidos y las reglas estipulada­s en un proceso refrendado por todos los participan­tes— a los encargados de hacer valer las ordenanzas? ¿Las normas aceptadas, y cumplidas, por todos los demás aspirantes no cuentan entonces para el rijoso candidato y su dócil valedor? ¿Los estatutos son para infringirs­e arbitraria­mente bajo amenaza, en el caso de que le sea aplicada la sanción correspond­iente al transgreso­r, de que no tengan lugar las elecciones en un estado libre y soberano de nuestra Federación? ¿En qué momento se rompió todo, en el país en que vivimos, para que ocurra algo tan desaforada­mente escandalos­o?

Lorepito:deltoscoab­usadorpodí­amosespera­rlotodo.Todo lomalo,estoes.Pero¿delotrotam­bién?¡Quévergüen­za!

Del tosco abusador podíamos esperarlo todo. Todo lo malo, esto es. Pero ¿del otro también?

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