Devoción y sumisión por Hitler
Resulta desconcertante ver en un solo sitio de Berlín tantos lemas, fotografías, registros periodísticos y documentos oficiales en los que consta el culto exacerbado que se generó e impuso en aquella Alemania hacia la figura del Fuhrer
En el recorrido por la Topografía del Terror, en especial el Centro de Documentación de los Crímenes Nacionalsocialistas, me topo una de las principales máximas nazis: “Que todos seamos humanos no significa que seamos iguales”.
Aún resulta desconcertante ver en un solo sitio de Berlín tantos lemas, fotografías, registros periodísticos y documentos oficiales en los que consta el culto exacerbado que se generó e impuso en aquella Alemania hacia la figura de Adolf Hitler.
Aquella locura colectiva resumida hoy en fotos donde la muchedumbre busca de manera desesperada tocar al Fuhrer durante la inauguración de una obra, o la de una pareja acostada en la playa junto a una serie de banderines con la esvástica nazi.
Oigo también en unos audífonos la canción de Horst Wessel, el himno de los grupos de choque nazi que luego se volvió casi un himno nacional, el cual era obligatorio aprenderse de memoria y cantarlo con el brazo en alto :“Para la batalla estamos/ Todos nosotros y aprestos/ Ya ondean las banderas de Hitler por las calles /¡ La bandera en alto !/¡ Cerramos filas !”…
Por supuesto que hubo quienes resistieron al delirio. El Museo refleja algunos testimonios de personas que relatan su oposición al culto hitleriano de entonces, aunque debieron pagar por ello. “Como demócrata de vieja data – se reproduce en un documento– naturalmente no levanté la mano cuando cantaron la CanciónHorst Wessel. Una mujer estaba de pie a mi lado. Se unió al canto con entusiasmo, levantando su brazo. Fue ella quien me denunció después. Tuve que ir a presentarme ante el jefe de distrito, Rothmund.
–¿Qué fue lo que hizo usted?– me preguntó. –Yo no hice absolutamente nada. –¡De eso se trata justamente! Los tiempos han cambiado. ¡Ahora usted tiene que levantar la mano!”. ***
Quienes se oponían a la propaganda nazi eran considerados “enemigos del pueblo” y los que la impulsaban eran nombrados Volksgenossen, “camaradas del pueblo”. Entre estos camaradas del pueblo y la Gestapo, se protitulado curaba la devoción por Hitler y el Reich. Algunos de los documentos preservados de los órganos de inteligencia nazi dan cuenta de esta vigilancia constante.
El 24 de junio de 1940, bajo el contexto de los combates de la Segunda Guerra Mundial, un agente del Servicio de Seguridad elabora un desmesurado informe con sumo optimismo: “Éxitos en la guerra y actividades de oposición”, el cual tiene el siguiente fragmento inicial: “Bajo la influencia de los grandes acontecimientos políticos y deslumbrado por los éxitos militares, todo el pueblo alemán ha desarrollado una cohesión interna sin precedentes y un estrecho vínculo entre el frente y la patria”.
En cuanto a la oposición política alemana –que para entonces ya ha sido asesinada, desterrada o encerrada en campos de concentración– se reseña lo siguiente: “En todas partes se ha despojado a los grupos opositores de un terreno fértil para sus actividades: todo el mundo mira con gratitud y confianza al Fuhrer y a su Wehrmacht, que se lanza de una victoria a otra. Los actos de oposición son rechazados enérgicamente en todo lugar: la saludable voluntad de oponerse está generalizada en la población, que se cierra de manera eficaz a todo tipo de influencias agitadoras y derrotistas. La gente las ignora completamente o las rechaza con indignación”.
Otro fragmento del informe exhibido en el museo, que aunque sigue sintiéndose propagandístico parece dar un poco más de información puntual sobre la visión de la Gestapo en aquel entonces, dice: “Otro factor que contribuye ala disminucióngeneral de las actividades opositoras reside en el efecto productivo de los severos castigos con que se amenazan las leyes de la guerra, así como en la rápida intervencióndel poder ejecutivo del Estado.
“Ya no se puede decir que exista una actividad de oposición organizada en los antiguos círculos de tendencia comunista y marxista, en los cuales los éxitos de la guerra han surtido un efecto bastante paralizante y, en general, han cortado de raíz cualquier tipo de influencia opositora. Ya solo se presentan casos aislados de reniegos insignificantes, pintadas, divulgación de noticias extranjeras o reparto de escritos y panfletos incendiarios”. ***
En una de las fichas informativas del Centro se reproduce una reflexión del historiador Norbert Frei, quien explica que esta devoción y sumisión por Hitler fue imponiéndose a partir de la ideología de la “comunidad del pueblo”, un término nazi que pareció atractivo para grandes sectores de la población resentidos por las derrotas alemanas del pasado y la crisis económica y social que atravesaba su país antes del allegada del nacional socialismo.
“El auge económico y el aumento de posibilidades para los consumidores –explica Frei– desempeñaron un papel esencial, pero más importante aún fue el cambio del estado de ánimo en general: la gran mayoría de los alemanes creía en el “nuevo ascenso” nacional y en las oportunidades individuales de prosperar, en una grandeza futura y en una vida mejor para sí mismos y las generaciones venideras. Si bien fue necesario movilizarla constantemente, allí donde esto se logró, las comunidades del pueblo fueron más que un mito”. ***
Sigo viendo imágenes que me perturban. Ahora está frente a mí la foto de la Liga de Muchachas Alemanas (BDM), una organización nazi de puras mujeres seguidoras del Fuhrer. También hay carteles de propaganda con frases como: “Toda Alemania escucha al Fuhrer con la radio del pueblo” o panfletos con acusaciones “Rassenschande” (ultraje de la raza), en las que aparece la triste imagen de un joven judío cargando un cartel que dice “Yo deshonré a una joven cristiana”.
Hay otras fotos de alemanes que fueron víctima de escarnios públicos por no someterse al delirio hitleriano: la de la mujer que tuvo una relación con un prisionero de guerrafrancés, la del que votó No en un referéndum sobre la salida de Alemania de la Liga de las Naciones Unidas, ola de un maestro que prohibió decir a sus alumnos Heil Hitlercada mañana, todos ellos héroes sencillos y anónimos de una lucha contra los totalitarismos que aún se libra a lo largo del mundo.
Quienes se oponían a la propaganda nazi eran llamados “enemigos del pueblo” y debían pagar por ello