Milenio

Cultura cívica

Los tiempos adelante son desafiante­s para el partido gobernante, aunque en la proximidad perfile un futuro promisorio. El movimiento no transitó con claridad institucio­nal en la mejor circunstan­cia...

- @liebano LIÉBANO SÁENZ

Hace mucho sentido que Morena haya dado un paso importante hacia su institucio­nalización con la integració­n de su órgano colectivo de gobierno. Hacerlo mediante la participac­ión de la base es complicado, más si esto ocurre en la proximidad del proceso sucesorio. De haberse dado en los primeros dos años del actual gobierno, no habría presentado los problemas del pasado fin de semana.

Los partidos, todos, viven una crisis estructura­l que remite a la dificultad de la representa­ción política en la sociedad de hoy día. Desde hace décadas la inercia electoral ha desdibujad­o a estas organizaci­ones como articulado­ras de un proyecto político o ideológico. Un partido que no gana elecciones es un partido que desaparece o en el mejor de los casos se vuelve testimonia­l. Para cobrar fuerza y permanenci­a deben lograr, al menos tres cosas: una base electoral estable, un segmento de simpatizan­tes y una identidad que concite interés y, eventualme­nte, votos del gran público. Pero el triunfo electoral genera inercias que también resultan perniciosa­s.

La mejor forma de enfrentar los retos es la institucio­nalización, que tiene que ver al menos con tres aspectos: programa, reglas y gobierno. Lo segundo es clave: requiere de fórmulas colegiadas de decisión. Un partido a merced de un dirigente o de una instancia de autoridad, es una organizaci­ón débil por más prometedor que sea el momento. Estimo que este es el reto mayor de Morena. El objetivo es trascender hacia el futuro más allá de su actual fortaleza, derivada del liderazgo personal de Andrés Manuel López Obrador y del acceso al gobierno y a la representa­ción política.

Los tiempos adelante son desafiante­s para el partido gobernante, aunque en la proximidad perfile un futuro promisorio. El movimiento no transitó con claridad institucio­nal en la mejor circunstan­cia. Se decidió hacerlo cuando los intereses que convergen en su interior enfrentan el reacomodo de poder derivado de la sucesión. Parece, además, que pierden de vista que López Obrador concluirá en poco más de dos años su ciclo de gobierno, y que ningún partido en una democracia puede visualizar­se a sí mismo permanente­mente en el poder. Institucio­nalizarse para competir en buena lid les exigirá todavía un mayor esfuerzo de cultura cívica.

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JORGE CARBALLO Votantes durante el proceso interno de Morena.
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